La embustera más reconocida al este del Misisipi, doña Carmen Calvo Poyato, vicepresidenta del Gobierno Sánchez, exige a la Iglesia que cumpla su palabra: que saque la momia de Franco del Valle de los Caídos. Sí, ella misma. Curas, a desenterrar al anterior jefe del Estado.

Calvo acusa a la Iglesia de faltar a su palabra y, ya puestos a señalar, lo hace con el dedo índice: fue el secretario de Estado del Vaticano, Pietro Parolin.  

Resulta que Parolin, en alguna escena bastante inusual en la diplomacia vaticana, tras entrevistarse con Calvo Poyato en Roma, tuvo que advertirle: señora, el Vaticano ha dicho que no se opone a la exhumación de Franco del Valle de los Caídos, pero no ha dicho que se oponga a su inhumación en la catedral de La Almudena.

Carmen Calvo ya sufrió una rectificación por parte del Vaticano. Se inventó que la Iglesia prohibía que Franco fuera enterrado en la cripta de La Almudena

¿Qué había ocurrido entre una cosa y otra? Pues que a la cristófoba ligeramente rabiosa, doña Carmen, no le basta con sacar a Franco del Valle. Quiere el lote completo: desacralizar la basílica, echar a los benedictinos del Monasterio y, sobre todo, derrumbar la cruz que no soporta.

Además, con el entierro de Franco en la cripta de La Almudena ha habido demasiado trajín y demasiados bandazos. Por ejemplo, la propia ministra de Hacienda, María Jesús Montero, con mucho salero, aseguró que le parecía muy bien si la Iglesia quería enterrar a Franco en la Almudena. Luego, claro, tuvo que rectificar porque, al parecer, esa sepultura podría generar, según el Gobierno, desórdenes públicos (como lo oyen) o enaltecimiento del dictador (En la cripta de La Almudena, me extraña).

En resumen, que se trata de saldar cuentas con el pasado porque Azaña, Prieto, Largo Caballero o Negrín pudieron perder la guerra, pero Pedro Sánchez y Calvo Poyato no pierden ni guerras ni batallas, tan sólo el sentido común.

Además, la momia de Franco poco importa. Lo que pretende es demoler la cruz: puro delito de odio

El odio nubla el entendimiento del odiador y confunde a los próximos. Por ejemplo, Monseñor Carlos Osoro, obispo de Madrid, pasó de decir que Franco era un católico y que por qué no iba a ser enterrado en La Almudena; al echar balones fuera en cuanto el PSOE, apretó el paso.  

Y no, no es la Iglesia quien se opone al desentierro: se opone el prior de los benedictinos, entre otras cosas, porque la exhumación depende ahora de los tribunales. Y doña Carmen, en lugar de engañar a todos los españoles -y engañarse a ella misma porque creo que no se entera de la misa la media-, deberías esperar a que los tribunales decidan. Si lo hacen, no duden de que el cadáver de Franco saldrá del Valle de los Caídos. No se sabe hacia dónde, claro está.    

La Iglesia debería hacer frente a un Gobierno tan cristófobo como el de Pedro Sánchez. Porque el cristófobo no tiene límites.