José Gregorio Hernández Cisneros, más conocido como "el médico de los pobres", será canonizado.

José Gregorio nació en Isnotú el  26  de octubre de 1864 y falleció en Caracas el  29  de junio de 1919.

Fué el primero de seis hermanos, fruto del amor matrimonial de Benigno María y Josefa Antonia.

Durante su infancia vivió en su pueblo natal.

Su madre se dedicaba a las tareas propias del hogar y su padre era comerciante y dueño de un almacén de mercancías secas, víveres y farmacia.

Fue bautizado el 30 de enero de 1865 en el templo colonial de Escuque.

Recibió el sacramento de la Confirmación el 6 de diciembre de 1867 en la iglesia de Betijoque.

La madre falleció cuando José Gregorio contaba ocho años de edad.

A los 13 años de edad, José Gregorio manifestó a su padre su deseo de estudiar la carrera de Derecho. Sin embargo, su padre le convenció para que estudiase Medicina.

En 1878 bajó en mula de la tierra trujillana hasta Caracas; por el lago hasta Maracaibo; por mar hasta La Guaira, y por tren hasta la capital.

En Caracas estudió en el colegio Villegas.

José Gregorio  era poco dado a jugar con sus compañeros y prefería pasar el tiempo libre en compañía de los libros.

Como estudiante obtuvo muy buenas notas.

Después cursó Preparatoria y Filosofía, graduándose de Bachiller en Filosofía en 1882.

A los 17 años ingresó en la Universidad Central de Venezuela para iniciar sus estudios de Medicina.

Fue el estudiante más destacado en la carrera en dicha Universidad Venezolana.

Paralelamente a sus estudios daba clases particulares para ayudarse a sí mismo y a sus colegas.

Estaba convencido de que "en el hombre, el deber ser es la razón del derecho,  de manera que el hombre tiene deberes antes que derechos" 

Obtuvo el título de Doctor en Medicina el 29 de junio de 1888.

Hablaba inglés, francés, portugués, alemán e italiano y dominaba el latín y el hebreo.

Fue filósofo, músico y teólogo.

Luego se trasladó a ejercer la Medicina a su pueblo natal e instaló un consultorio provisional, extendiendo así su carrera como médico.

Aunque fue conminado para marchar como médico a Caracas, nuestro José Gregorio se radicó en Isnotú hasta el 30 de julio de 1889,  tras ejercer en Trujillo, Mérida y Táchira.

En noviembre de 1889 le encontramos en los laboratorios de la Escuela de Medicina en París.

Estudió microbiología, histología, patología, bacteriología, embriología y fisiología experimental, entre otras materias.

Posteriormente se trasladó a Berlín para estudiar histología, anatomía patológica y bacteriología.

Más tarde regresó a su patria e ingresó como profesor en la Universidad Central de Venezuela en Caracas.

En septiembre de 1909  fue nombrado profesor de la Cátedra de Anatomía Patológica Práctica,  la cual funcionó anexa al laboratorio del Hospital Vargas y de la cual se encargó hasta la creación de la Cátedra de Anatomía Patológica de la Universidad Central, que fue regentada por el Doctor Felipe Guevara Rojas en 1911.

Además de once trabajos publicados y dos que quedaron inéditos en el campo científico, escribió cinco obras literarias.

José Gregorio es considerado el impulsor y pionero de la docencia científica y pedagógica en Venezuela, basada en lecciones explicativas, con observación de los fenómenos vitales, la experimentación sistematizada, prácticas de vivisección y pruebas de laboratorio.

Destacó también en el campo de la física, la química y las matemáticas, ciencias básicas y trípode fundamental sobre la que reposa toda la dinámica animal.

Su labor docente fue interrumpida cuando decidió hacerse religioso e ingresar en el Monasterio de la Orden de San Bruno en la Cartuja de Farneta.

Regresó en 1909.

A partir del 1 de octubre de 1912 tuvo que interrumpir sus clases debido a que el gobierno dictatorial del general Juan Vicente Gómez decretó el cierre de la Universidad, pues ésta se había posicionado en contra del régimen.

Restableció su actividad docente en enero de 1916.

El año siguiente viajó a Nueva York y a Madrid para ampliar estudios.

Luego reinició su actividad docente en enero de 1918, hasta su muerte.

Durante la pandemia de gripe de 1918 en Venezuela, José Gregorio atendió a los enfermos en Caracas.

El  29  de junio de  1919  salió a atender a una enferma, pero no pudo llegar porque fue atropellado por un joven mecánico de 28 años de edad en la esquina de Amadores, La Pastora, Caracas, Venezuela.

Tenía nuestro doctor 54 años de edad.

El 30 de junio de 1919, en medio de una multitud, se inició el traslado del féretro con los restos de José Gregorio al Paraninfo Universitario de la Universidad Central de Venezuela, sobre los hombros de sus estudiantes y discípulos.

Luego fue llevado y enterrado en el Cementerio General del Sur.

En octubre de 1975, debido al inicio del proceso de beatificación y por solicitud de la Santa Sede, se realizó la exhumación de sus restos mortales para luego ser trasladados al Baptisterio de la Iglesia de Nuestra Señora de la Candelaria, ubicada en el centro de la ciudad de Caracas.

José Gregorio fue un buen cristiano y perteneció a la Orden Franciscana Seglar de Venezuela, dedicándose sobre todo a los más pobres  y necesitados y reconociendo en ellos a la persona de Cristo. 

Vivió el Evangelio al estilo de Francisco de Asís.

Su profesión en la OFS de La Merced tuvo lugar el 7 de diciembre de 1899.

Hernández fue declarado Venerable el 16 de enero de 1986 por el Papa Juan Pablo II.

Fue beatificado por el Papa Francisco el 30 de abril del año 2021.

El  mismo  Papa  dió el  visto  bueno  para su canonización en febrero de 2025, mientras el Pontífice se encontraba ingresado por problemas de salud en el Hospital Gemelli de Roma.

Por el momento ignoramos qué día se llevará a cabo la ceremonia de canonización del beato José Gregorio.

Entre las gentes sencillas de Venezuela, José Gregorio  es considerado como un santo popular muy querido por todos.

Su fiesta litúrgica se celebra cada 26 de octubre.

El  Señor Dios es admirable en sus santos, y suscitó en José Gregorio un santo varón que se entregó en cuerpo y alma al servicio infatigable y generoso de los enfermos.

De hecho, muchas personas enfermas  recurren a su intercesión para obtener de Dios la curación o, al menos, el alivio en sus sufrimientos y dolores.