Sr. Director:
El acontecimiento de la vida de Jesús más narrado por los evangelistas Mateo, Marcos, Lucas y Juan es el de la Pasión, Muerte y Resurrección. El terrorífico suplicio de la crucifixión llegó a Roma por influencia de Cartago. Los evangelistas lo narran con gran exactitud, tal y como lo sufrió Jesucristo. Según los romanos, se fijaba al reo en la cruz ya montada. Previa a la crucifixión, como hizo Pilatos, se sometía al condenado al terrible tormento de la flagelación. Jesús después cargó con su cruz hasta el lugar de la calavera (Gólgota). Lo desnudaron, con los brazos extendidos se fijaba al condenado con clavos. Un leño de madera era colocado en el palo vertical, tenía como finalidad alargar la vida y por lo tanto el sufrimiento del crucificado, lo que daba ocasión para que el verdugo y los soldados con gran crueldad se mofaran, como sucedió con Jesús crucificado entre dos ladrones. Por lo general, el cadáver del reo permanecía colgado hasta que se corrompiera y se convirtiera en presa de animales depredadores. No obstante, el magistrado podía permitir por gracia especial que el cadáver fuese sepultado como ocurrió con Jesús.
Para los romanos la crucifixión era un suplico bestial, ningún ciudadano romano podía ser crucificado, como sucedió con San Pablo que fue martirizado por espada. Era pena capital propia de esclavos, pero algunos libertos y peregrinos fueron crucificados. La máxima pena para un romano era privarle de la ciudadanía. Se castigaba con la crucifixión: la alta traición, la sublevación, la deserción de un soldado (…). En las provincias romanas era el gobernador, como sucedió en Palestina con Pilato, quien tuvo potestad para condenar o absolver a Jesús, como así lo reconoció durante el interrogatorio, pero presionado por los dirigentes judíos se lavó las manos y lo condenó pese a las advertencias de su esposa. Solo los romanos podían condenar a muerte, no los judíos. Era normal, según testimonio de la época, colocar una tablilla sobre la cruz en la que se ponía la causa por la que el reo era crucificado, la de Jesús fue el famoso ‘INRI, Jesús Nazareno Rey de los Judíos’, lo que motivó que los príncipes del pueblo protestaran ante Pilato, quien no hizo caso y pronunció la histórica expresión: LO ESCRITO, ESCRITO ESTÁ. La sepultura de Jesús está perfectamente descrita en el evangelio de San Juan: después de esto, José de Arímatea, discípulo de Jesús, pidió a Pilatos que dejara llevarse el cuerpo de Jesús, Pilato se lo autorizó; tomó con Nicodemo el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en los lienzos con aromas y lo pusieron en un sepulcro nuevo donde nadie se había enterrado. La historia de la Resurrección del Crucificado no pertenece a la historia terrena de Jesús de Nazaret. Todo camina y tiene su complemento en el Epílogo Pascual.