Pedro Sánchez empieza a dar miedo, mucho miedo, cuando habla de meter en vereda a los jueces -los que deberían juzgarle a él- o de crear un instrumento para fiscalizar a los periodistas, para decidir qué es lo que se puede decir con lo que no se puede decir.

Por eso, el presidente del Gobierno ha empezado a hablar de pseudo-periodismo y de pseudo-periodistas. Por pura casualidad, estos últimos son aquellos periodistas que se atreven a criticarle.

Lo más sorprendente no es que sus totalitarias palabras no hayan provocado grandes reacciones, ni tan siquiera de la asociaciones periodísticas. Aún me parece más grave que la tercera parte de los españoles, según una reciente encuesta de El Mundo, consideren que la creación de un instrumento público que decida qué es lo que se puede publicar y qué es lo que no se puede publicar, resulte algo correcto.

Lo que pretende Pedro Sánchez no es evitar el bulo sino evitar la crítica... que no puede soportar porque el señor presidente es un poco presumido

En cualquier caso, ¿quién es periodista y quién pseudo-periodista? Que lo decida el pueblo. Desde luego, no Pedro Sánchez. Porque don Pedro es el poder y el periodismo es el contrapoder.

Lo mismo puede decirse de la música y de la moral. 100.000 personas nunca desafinan... ni tampoco se equivocan cuando separan lo correcto de lo inadmisible.

En resumen, quien debe decidir qué es periodismo es el pueblo, que puede comprarlo o rechazarlo. No se preocupe tanto don Pedro Sánchez: la mentira tiene las patas cortas y no necesitamos ningún cazador de bulos para que la falsedad quede al descubierto. Sobre todo, con la utilización de los dos instrumentos que siempre ha decidido la certeza o embuste de una noticia y que casi nunca fallan: la coherencia interna de la propia noticia y el tiempo. Insisto no hacen falta perseguidores del bulo: la mentira tiene las patas cortas y rara vez dura más de 24 horas.

Lo que pretende Pedro Sánchez no es evitar el bulo sino evitar la crítica... que no puede soportar porque el señor presidente es un poco presumido. 

En cualquier caso, que decida el pueblo.