Comenzamos esta crónica semanal sobre cristianos perseguidos en Sudáfrica, donde el sacerdote Paul Tatu, religioso estigmatino (Congregación de los Sagrados Estigmas de Nuestro Señor Jesucristo), de la Provincia del Santísimo Redentor, fue asesinado el pasado 27 de abril

Según declaró el sacerdote Gianni Piccolboni, de 76 años, misionero estigmatino en Sudáfrica desde hace más de 30 años, Paul Tatu fue testigo del asesinato de una mujer. Entonces, “el asesino habría obligado a nuestro hermano a entrar en un coche, donde le disparó en la nuca para suprimir su testimonio".

La Conferencia Episcopal de África Austral (SACBC) destacó en un comunicado que este asesinato “no es un incidente aislado, sino más bien un penoso ejemplo del deterioro de la seguridad y la moralidad en Sudáfrica”.

Cabe recordar que, también en Sudáfrica, el pasado mes de marzo, el presbítero William Banda fue asesinado a balazos, poco antes de celebrar la santa misa en la Catedral de Tzaneen.

Por ello, la SACBC añadió: “El asesinato de estos sacerdotes se produce en medio de una creciente preocupación por el aumento del desprecio por el valor de la vida, donde se mata a la gente gratuitamente”.

Un suceso similar tenía lugar recientemente en otro país africano, Burkina Faso, donde el catequista Edouard Zoetyenga Yougbare fue secuestrado y asesinado cerca de Saatenga, en la diócesis de Fada N'Gourma, al este del país. 

Según ha declarado un sacerdote de la diócesis, el móvil del asesinato pudo ser un conflicto entre el catequista y un grupo de pastores Peuls (sinónimo de los pastores musulmanes fulani) acerca de la propiedad de unas tierras.

En cualquier caso, Edouard Zoetyenga Yougbare fue encontrado con signos evidentes de haber sido degollado, con las manos atadas a la espalda y con signos de tortura.

El asesinado era padre de ocho hijos, aunque había perdido a tres de ellos. Y según explica su diócesis, era un hombre fuertemente comprometido con la Iglesia. 

Seguimos en África, concretamente en Nigeria, donde un cristiano, de nombre Zacarías, fue obligado a convertirse al islam para poder volver a reunirse con su mujer e hijos. 

Abishag Sambo, la abogada de Zacarías explica que este se casó con una cristiana conversa del islam (tuvieron tres hijos), hecho que los padres de ella no aceptaron, por lo que le denunciaron a la policía bajo la acusación de haber secuestrado a su mujer. 

Tras ser arrestado por la policía, un tribunal sentenció que si se convertía al islam, sería liberado y podría volver con su familia. Zacarías entonces se plegó a la imposición de la justicia. «Debido a la tortura que estaba sufriendo, no tuvo más opción que convertirse y hacerse musulmán», explicó Sambo.

A su mujer, también detenida, también se le exigió convertirse al islam para poder ver a sus hijos:  «La condición que el tribunal le dio fue que, si quiere ver a sus hijos, debe convertirse y hacerse musulmana». «Si no lo hacía, nunca volvería a ver a sus hijos. Los niños serían llevados y se les asignarían otros padres».

Pero es que, para más inri, pese a que Zacarías declaró su conversión al islam, tampoco ha sido liberado todavía, porque los jueces no le creen: «Están observando. Y si decide volver a ser cristiano [de nuevo], su vida está... en riesgo».

Así pues, urgen oraciones por los cristianos perseguidos por su fe en Cristo.