Sr. Director:
La reciente medida del presidente de Turquía Erdogan, antiguo clérigo ayatolá, de convertir Santa Sofía, el gran templo de la cristiandad ortodoxa oriental griega, en una mezquita, apenas ha motivado movimiento de protesta serio fuera de algunas noticias. En la Europa postmoderna y anticristiana, también, las profanaciones e incendios de iglesias y catedrales góticas francesas no generan ninguna manifestación de repulsa. Tuve la oportunidad singular de visitar Santa Sofía con ocasión del viaje organizado, hace años, por el Ateneo Jovellanos, sin duda una de las instituciones culturales más viajeras de Asturias. Gracias a la entonces eficaz secretaria y después excelente presidenta quien me facilitó el poder participar en un viaje por Turquía y por los territorios griegos en su poder, olvidados y abandonados en sus maravillosas iglesias cristianas sucias y oscuras, algunas convertidas en basureros. El viaje duro 15 días y pude visitar paisajes y monumentos más representativos: la singular y única Capadocia con sus paisajes lunares, surcado por aerostáticos de alegres colores: hasta la Éfeso de San Pablo con su singular teatro y biblioteca y sus ruinas, testigos mudos de un grandeza perdida. Incluso visitamos la que la tradición presenta como la casa de Virgen María, Madre de Jesucristo, quien vivió los últimos años con el San Juan Evangelista, el discípulo amado y Autor del 4º evangelio. Incluso pudimos ver las presunta ruinas abiertas donde se encontraría Troya del cuestionado Homero. Visitamos lugares tan emblemáticos como la Torre Galata, Bazar de las especias, Cisterna Basílica, Pamukale, ciudad algadón, o Hierápolis (ciudad balneario). La gran mezquita Azul y el grandioso hipódromo. ¡Y como no Santa Sofía!
Santa Sofía, (Sagrada Sabiduría), fue mandada construir por el Emperador Justiniano I, sobre una primitiva iglesia cristiana, mandada construir por el emperador Constantino el Grande y derruida por un incendio. Fue sin duda alguna la cumbre de la arquitectura medieval de su tiempo, en honor de la Santísima Trinidad, simbolizado en la Sabiduría. Fuel centro religioso y político del imperio oriental cristiano, hasta 1492 con la caída de Constantinopla, convertida en mezquita. Hasta esta época fueron varios los fenómenos naturales, como terremotos que motivaron nuevos y fructíferos intentos para devolverla a su grandiosidad primitiva. Su grandiosa cúpula fue una proeza arquitectónica nunca superada en su tiempo con 55m, alta y 53m de diámetro. Dotada de una admirable luminosidad y con maravillosos mosaicos a base de cristales policromados, plata y oro, le dotaban de una espiritualidad típica de Oriente. Entre los iconos destacan por hermosa espiritualidad el de Jesucristo y la Virgen María con el Niño Jesús Pantocrátor. Durante siglos fue la Mezquita más relevante de Constantinopla hasta edificación de la gran Mezquita Azul. En 1935 el fundador de la Turquía moderna, Mustafá Jemal Atarte la declaró museo, que con esta consideración seguía hasta ahora. Como museo, cuya única finalidad era atraer a los turistas sufrió numerosos despropósitos como el de erradicar lo maravilloso de la iconografía cristiana, oculta entre textos en lengua árabe o pintados en negros. Su utilización como reclamo turístico, y visitada por miles de turistas han hecho de Santa Sofía un lugar masificado y mal conservado y mal oliente que no tiene ningún valor por sí mismo porque se le ha privado por motivos sectarios de su esencia y sentido, los valores cristianos.