Como uno es un poco cabezón, me importa una higa que la Fiesta de la Ascensión, uno de los tres jueves que relumbran más que el sol, haya sido trasladada al domingo en España -este año, domingo 12 de mayo- por la jerarquía eclesiástica, algo que no se ha hecho en otras naciones... y sin tan siquiera consultar a quien esto escribe, algo gravísimo, sin duda. 

La Fiesta de la Ascensión se debía celebrar el domingo, 9 de mayo, que es cuando toca. Además, Este año coincidiría, si las cosas se hubieran hecho como Dios manda, con el Día de Europa y en vísperas de las elecciones al Parlamento (12 de junio en España).

Elecciones ante las que, por cierto, no vendría nada mal las palabras con las que cierra el evangelio, la despedida terráquea del Dios-Hombre a los representantes de la humanidad, liderados por un tal Pedro. Ojo a la cita de Mc 16, 15-16: "Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado". Asusta la advertencia de la segunda parte de la proposición, pero de humedades hablaremos luego. 

Digo que la primera parte no es mal consejo para la degenerada Europa actual, que no sólo ha abandonado sis principios fundadores, el decálogo cristiano, sino que incluso arremete contra la Iglesia con una furia desconocida en toda la historia de Europa. 

Es el mejor consejo que hoy se les puede dar a los europeos. El cambio, la recristianización de Europa, además de importante, es urgente, porque la guerra está llamando a la puerta.

Importante y urgente para Europa y para el mundo.