Urdangarín. Como Valle Inclán: Y a mí que la infanta Cristina empieza a caerme simpática
Ya saben ustedes la anécdota que se atribuye a Ramón del Valle Inclán, como espectador de una obra de su odiado Jacinto Benavente. Es tan buena que seguro que es falsa.
Se cuenta que Valle Inclán asistió a un estreno de su no muy amado Benavente con el propósito de fastidiarle. La cosa iba de un hombre que asesinaba a uno, y a otro, y a otro más. Al final, el espectador Valle Inclán se levantó y exhaló:
-¡Y a mí que este tío empieza a caerme simpático!
Pues a Hispanidad, doña Cristina de Borbón, infanta de España, nos empieza a caer simpática. Una mujer que con todo lo que está pasando asegura que mantiene su "confianza total en mi esposo", es digna de elogio. Lo fácil hubiera sido separarse.
Por lo demás, Iñaki Urdangarín está jugando con las palabas. Claro que utilizó a la Casa Real para medrar en un negocio de patrocinio. Simplemente, no podía evitar que quien tenía enfrente le concediera cualquier cosa, lo que no haría con Juan Español, por ser el yerno del Rey.
Ahora bien, una mujer que, con mayor o menor conocimiento de las andanzas de su marido se mantiene leal a un esposo que le ha metido en un lío morrocotudo… empieza a caernos simpática.
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