Niñatos musulmanes, que hablan perfectamente catalán y español, afincados en Cataluña y financiados -ayudados- por las instituciones españolas, perpetraron un atentado terrorista en Barcelona, que dejó 16 muertos y más de un centenar de heridos. Y horas después se produjo otro en Cambrils (Tarragona), donde atropellaron a seis personas y apuñalaron a otra. 

Ahora bien, cinco años después los indepes aún siguen odiando más al español y continúan defendiendo al moro que les mató.

Ya Jordi Pujol, cuando España abrió las fronteras, cerró el paso a los inmigrantes hispanos en Cataluña, porque nunca serían independentistas, por eso, prefirió aceptar en las cuatro provincias catalanas a inmigrantes musulmanes y muchos de ellos, en efecto, se han hecho independentistas.

Naturalmente, el mismísimo 18 de agosto de 2017, hasta los familiares de los asesinos clamaban contra el racismo que podía desatarse contra los musulmanes, que son gente muy malota estos españoles.

Una vez más, como ocurrió el 11-M, en España los atentados de fuerzas foráneas, tanto en sentido político como en sentido cultural, no unieron a la población, como pasó en otros países, sino que los dividió aún más.

¡Pobre España!