24 años después del atentado, seguimos sin saber quién fue, sólo sospechas. Aznar quedó como un mentiroso cuando el no mintió, simplemente estaba tan obsesionado con ETA que les atribuyó la masacre. Pero no mintió. La que mintió fue la izquierda: Rubalcaba el primero, acusando al Gobierno de mentir (el cinismo favorito del PSOE, acusar a los demás de los propios pecados), con Almodóvar hablando de golpes de Estado y Zapatero, que según una veintena larga de encuestas perdía las elecciones, remontó en tres días y llegó a La Moncloa de rebote.
Más consecuencias del 11-M: sumisión repugnante a Marruecos y al islam, algo que Sánchez ha llevado al culmen. Precisamente España, la que detuvo en el Oriente (Lepanto) a los turcos y la que detuvo al fanatismo islámico africano en 700 años de reconquista.
Más consecuencias. En lugar de unir a los españoles contra el enemigo común, el terrorismo islámico, tal y como ocurrió con los atentados en Estados Unidos, Reino unido o en Australia -atentado en Indonesia contra australianos- en España el 11-M nos dividió y Zapatero reinstauró el olvidado guerracivilismo y nos devolvió a los tiempos tenebrosos de la II República, eso que ahora su discípulo, Pedro Sánchez, enarbola como unos tiempos románticos.

Con Zapatero, fruto del 11-M, nació el cinismo como forma de Gobierno y la Cristofobia, aun más que la cristianofobia, como espejo de España, un país con una historia de catolicismo serio, profundo, probablemente inigualable.
El 11 de marzo de 2004 fue un día triste para España pero sus consecuencias fueron aún más trágicas.
Hoy las campanas doblan en Madrid. Por las víctimas, claro, pero creo que también deberían doblar por lo ocurrido tras el 11-M.
Y seguimos sin saber quién fue pero por sus obras los conoceréis. Mohamed, ¿estás ahí?