Enhorabuena, es una verdadera tontuna hablar de tasa bancaria sin discriminar las dos actividades de la banca: la buena -ofrecer créditos a particulares, familias y pymes, además de facilitar la vida a la ciudadanía con el mayor aparataje informático que recuerdan los tiempos- y la mala -especular con el dinero de los demás-. En esta segunda sí, sí que habría que freírlas a impuestos: derivados, titulizaciones, ventas a pérdidas y capital riesgo y seguros de crédito financiero, principalmente.
Por ahora, a Paul Volcker, el hombre que mejor ha interpretado al crisis financiera de 2007, no le han dejado gravar sino regular, algo es algo.
Tampoco le han dejado aplicar las políticas de troceo de mega bancos para convertirlos en bancos, así como la separación entre bancos de inversión y bancos domésticos. Que, por cierto, no dejan de ser las mismas políticas antimonopolio que se aplicaron en el mundo petrolero con los plutócratas de los Rockefeller.
En definitiva, la reforma financiera norteamericana apunta bien pero dispara corto. Apunta bien porque el asesor Volcker marca los pasos, pero luego para el demagogo Obama y el pedantuelo de su responsable del Tesoro Timothy Geithner, otro que sufre de hispanofobia y que si tuviera que enfrentarse a otra crisis haría lo mismo que Bush y Obama: temblar como gallinas mojadas y, en lugar de hacer quebrar a los malos banqueros y ponerlos ante los tribunales, pagarles a los que han perdido el dinero que les ha sido encomendado para que puedan seguir estafando.
Pero algo ha conseguido Volcker. Por una puerta trasera, por la de la futura Oficina de Protección Financiera del Consumidor, en principio otra demagogia Obama, una especie de defensor del cliente de banca que no defenderá al cliente sino a la banca. Pero en esa barca nonata, que parece hecha para encallar, Volcker ha logrado introducir un poder muy especial que espero respeten las cámaras: el proyecto atribuye a esta oficina la facultad para cerrar entidades financieras en crisis, se supone que después de haber satisfecho a sus depositantes hasta el punto en que se pueda.
En otras palabras, la ideología bancaria Volcker puede resumirse así:
1. Si un banco quiebra no lo salves: déjalo quebrar. Es la única manera de romper el círculo vicioso del chantaje financiero.
2. El encaje bancario sirve al bien común, por contra, la especulación en los mercados es el parásito más letal de la economía real. Hay que separar esas dos actividades de intermediación, buena una, venenosa la otra.
3. En contra de la tendencia mayoritaria y peligrosísima a forjar grandes bancos cuando lo que se precian son intermediarios pequeños.
A ver qué consigue Volcker.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com