Muy recientemente, el todavía vicepresidente del Gobierno, Rodrigo Rato, se confesaba ante un grupo de empresarios de la siguiente forma: "Yo fui el único que, en el Consejo de Ministros, le dije a Aznar que nos estábamos equivocando con el asunto de Iraq. Y creo que eso me costó la sucesión".
Nosotros creemos que también, que eso le costó la sucesión. Sobre Rato, el mejor ministro, justo a su mano derecha, Cristóbal Montoro, con el que haya contado Aznar, está ahora más en la cuerda floja que nunca, tanto en su partido como en su opción de dirigir el Fondo Monetario Internacional (FMI), dado el sorprendente giro de Jacques Chirac en contra de su candidatura.
A día de hoy, a Rato le temen tanto Mariano Rajoy como José Luis Rodríguez Zapatero. No le quieren en el FMI, de donde puede volver muy fortalecido.
Durante la reciente presentación del libro de la biografía de José Calvo Sotelo (Editorial Ariel), escrita por el historiador Alfonso Bullón de Mendoza, el economista Juan Velarde hizo una afirmación taxativa: a lo largo de la historia de España, según él, ha habido cinco grandes ministros de Hacienda durante los siglos XIX y XX: Luis López Ballesteros (Fernando VII), Alejandro Mon y Pidal (Isabel II), Raimundo Fernández-Villaverde (Regencia de María Cristina de Habsburgo), José Calvo Sotelo (Primo de Rivera) y Rodrigo Rato. Y Velarde lo dijo en el Congreso de los Diputados, y su testimonio tiene un especial valor porque a su edad ya está por encima del bien y del mal y no le debe ningún elogio a nadie.
Lo cierto es que tanto populares como socialistas intentan marginar al político más brillante del aznarismo.
En el entretanto, el nuevo presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, ha aprovechado el Funeral de Estado por las víctimas del 11-M para intercambiar opiniones con los grandes líderes mundiales, que hasta el momento apenas le habían tenido en cuenta. La verdad es que lo que busca el líder triunfante del 14-M es una excusa para no tener que retirar las tropas españolas de Iraq (1.300 efectivos), porque, como le recuerda su adversario político, José María Aznar, así como el Gobierno norteamericano, eso sería tanto como decirles a los terroristas que sus asesinatos son rentables políticamente. Por eso, ante el primer ministro británico, Tony Blair, Zapatero ha insistido en que Naciones Unidas debe adoptar un papel "más activo" en Iraq. Ya no habla de que la ONU tome el mando de las operaciones; sólo de un mayor protagonismo, algo que puede entenderse de distintas maneras.