La otra historia de la semana es la del asesino noruego Anders Breivik, que ha creado otro de esos falsos debates a los que somos tan aficionados los periodistas –gran profesión ésta-.
El falso debate consiste en dictaminar si Breivik está loco o no. Pero, muchachos, claro que el amigo Anders está loco, pero no por ello deja de ser culpable. Por dos razones:
Breivik está más loco ahora que antes de haber asesinado a 77 jóvenes noruegos. No se comportó como un asesino porque estuviera loco sino que se ha vuelto más loco al asesinar. No mató por locura sino por odio y por orgullo. Por el mismo orgullo que provocó el pecado original de nuestros primeros padres.
En segundo lugar, recuerden las palabras de Chesterton: "Loco no es el que ha perdido la razón, sino al que sólo le queda la razón", ese componente humano que, desprovisto de corazón, produce monstruos. Basta con contemplar su reacción ante la sentencia para saber que la razón del asesino Anders, funciona la perfección. Vamos que es culpable y, al mismo tiempo, está como una regadera.