El pasado mes la primer ministro italiana, Giorgia Meloni, cumplía tres años en el poder, disparada en las encuestas y presumiendo de uno de los Gobierno más estables y duraderos del país transalpino. RTVE nos explicó su éxito: "Crecimiento económico y muchos recortes sociales", "Ha bajado 5 puntos el déficit... a través de una dura política de austeridad". ¿Lo ven? Fascismo puro, mucho mejor estar en la ruina y no tener recuperación económica. Más: "recortes sociales... al aborto o al colectivo LGTBI". Y más: su decisión de trasladar a los inmigrantes a Albania... "un fracaso" según RTVE, por los costes y los problemas judiciales, para más tarde admitir que Italia ha conseguido reducir el flujo de inmigrantes ilegales a sus costas.

España no puede decir lo mismo, nuestro 'gran avance' en inmigración es seguir arrodillados ante Marruecos, mientras Mohamed lanza a sus 'amigables chicos' a las calles españolas.

Así nos encontramos con dos modelos en Europa: fronteras y brazos abiertos de Sánchez con una invasión 'silenciosa' y, por contra, el modelo Meloni, con centros de inmigrantes fuera de las fronteras europeas, deportaciones y penalizando al inmigrante ilegal que delinque. La Unión Europea tenía que tomar una decisión, si seguir a la italiana o su sanchidad, y pese a que todos son muy progresistas y buenistas, han optado, en su totalidad salvo España, por seguir a Meloni.

Así, los ministros de Interior de los 27 países que integran la UE han aprobado un reglamento que endurece las políticas migratorias, y en el que se incluyen los centros de deportación de Meloni. Por lo que se ha aprobado una nueva definición de "tercer país seguro", con la que los Estados puedan deportar a migrantes a países extracomunitarios desde los que puedan tramitar su asilo, incluso, aunque no tengan ningún tipo de vínculo con esa nación ni la hayan atravesado para llegar a Europa. En el listado están Marruecos, Colombia, Bangladesh, Egipto, India, Kosovo y Túnez, así como todos los países candidatos a entrar en la UE, Albania, Bosnia y Herzegovina, Georgia, Moldavia, Serbia o Turquía.

Todo ello ha contado con la oposición de... ¡Marlaska! Que ha expresado "serias dudas jurídicas, políticas y económicas" sobre los centros, que podrían, según el ministro, provocar un "impacto negativo" en las relaciones bilaterales con socios clave en la prevención de la migración irregular en origen. Visión que no comparten el resto de colegas comunitarios, como ha expresado Rasmus Stoklund, ministro de Interior de Dinamarca, país que ocupa la presidencia rotatoria del Consejo. "Estamos experimentando un alto flujo de migrantes irregulares y nuestros países están bajo presión. Miles de personas se ahogan en el Mediterráneo o sufren abusos a lo largo de las rutas migratorias, mientras los traficantes de personas acumulan fortunas. Esto demuestra que el sistema actual genera incentivos perversos y un fuerte efecto llamada, difíciles de eliminar. Dinamarca y la mayoría de los Estados miembros de la UE han defendido la idea de tramitar las solicitudes de asilo en terceros países seguros".

La actuación deberá ser ahora refrendada por el Parlamento Europeo, algo que parece que saldrá sin problemas. Total, que Europa ha decidido aprobar el muy fascista método de Meloni sobre inmigración: agilizar los retornos de los inmigrantes ilegales a través de centros radicados en el exterior, en lugar de hacer como Sánchez que, ante la llega descontrolada de inmigrantes, anima a más a venir y los que están, los reparte por España. 

Y ojo, que lo de los centros tiene un riesgo: que los países receptores se aprovechen, como ya lo hacen, de que Europa paga para que vuelva a acoger a ciudadanos, de que haya gente que ha cambiado de nombre y de identidad hasta 10 veces, personas que una y otra vez, son expulsadas del país y procesos en los que una y otra vez el presunto estado acogedor cobra al Estado que expulsa.

Lo que sorprende es que hasta hace apenas unos meses, estas medidas eran poco menos que fascismo: ahora ya no. En resumen, Europa, o sea, Úrsula, o sea, los 27 menos España, han acogido el modelo de Giorgia Meloni, quien a pesar de ser una fascista-reaccionaria de ultraderecha, probablemente violenta en la intimidad, se ha convertido en la única líder europea que ofrece soluciones a los problemas. Buenas o malas, pero, al menos hace propuestas. Y ojo, propuestas que funcionan.