Qué emotivas ha sido las honras fúnebres por el presidente Adolfo Suárez.
La multitud de personas que, en colas kilométricas, han acudido a rendirle homenaje ante su féretro, los ríos de tinta que han glosado su figura…
El recuerdo de Adolfo Suárez evoca magnanimidad. Un presidente con amplitud de miras, que supo trabajar por el futuro del país, más allá de intereses partidistas. En su día, no solo sus adversarios, también los de su propia coalición, la UCD, lo dejaron solo. ¿Y el pueblo "Ustedes me aplauden, pero no me votan", dijo Suárez sin perder la sonrisa.
Ahora, tras su muerte, se valora su trabajo por la concordia, por el entendimiento entre adversarios, su empeño para alcanzar la democracia que, no exenta de problemas, hoy disfrutamos.
Su figura ahora se agranda y alcanza el reconocimiento que merece. Hay acuerdo en honrar su memoria. Muchas ciudades le dedicaran plazas, calles, parques… en Madrid el aeropuerto de Barajas, llevará el nombre de Adolfo Suárez. Es propio de los grandes pueblos honrar a sus grandes hombres. Descanse en paz este hombre al que postreramente se le hace justicia reconociendo su magnanimidad.
José Murillo