Cuando un tema no se quiere solucionar, lo mejor es formar una comisión. "Diálogo, mucho diálogo", era la estrategia del antiguo portavoz popular, Miguel Ángel Rodríguez, para ganar tiempo ante los temas escabrosos. Y en esas seguimos. El ministro de Industria, Josep Montilla, reconoce a un alto empresario que el asunto nuclear es un "totem" de la izquierda, que permanece en el subconsciente colectivo y que no se puede tocar si no se quiere arriesgar un millón de votos. Así que la estrategia es "abrir un debate" sobre la conveniencia de afrontar la energía nuclear. Mientras dialogamos no hacemos y ganamos tiempo, que es de lo que se trata.
Conviene recordar que el PSOE mantiene en su programa el mantenimiento de la moratoria nuclear y que Zapatero ha reiterado que "nunca mais" energía nuclear. O sea, que el PSOE sigue explotando el "¿Nucleares?, no gracias" que tan buenos réditos políticos produce.
Pero claro, en paralelo a la estupidez gubernamental, cabalga la realidad. España acusa en la balanza exterior su dependencia energética del petróleo. Las centrales de ciclo combinado no han solucionado el problema porque consumen un gas cuyo precio está indexado al petróleo y que proviene igualmente de países inestables políticamente.
Además, en la vecina y amada Francia, la izquierda ha digerido la energía nuclear con santa paz. Claro que Francia acumula el 80% de la cuota europea (sin contar Rusia) y eso es más patriotismo que otra cosa. El debate se recrudece cuando los amigos franceses tratan de vendernos su reactor nuclear, un poco menos potente que los americanos de Westinghouse y General Electric, pero franceses.
Por si fuera poco, la presidenta del Consejo de Seguridad Nuclear, Mª Teresa Esteban Bolea, apunta en los cursos de verano que la energía nuclear es necesaria para la obtención de hidrógeno, la energía del futuro. Una buena razón para que el puesto de Dª Mª Teresa esté en discusión.
Y mientras tanto, las empresas presionan con vana esperanza. Desde Endesa, Pizarro apunta que "un fracaso anunciado genera melancolía". O sea, mejor no quemarse, aunque por debajo de la mesa realizan su cabildeo. La actitud de Iberdrola es mucho más beligerante. O más bien la de su presidente, Íñigo de Oriol. En la última Junta de Accionistas, el consejero delegado, Ignacio Sánchez Galán, apuntaba que no harían nada porque el gobierno no lo aceptaría. Al contrario, Galán se apuntaba al discurso políticamente correcto : Kyoto, molinillos y pelillos a la mar.
Chocante resultó que el presidente de la eléctrica "vasca", Íñigo de Oriol, le desautorizara en público y afirmase que "los expertos eran los que debían de informar al gobierno". O sea, guerra. Quizás por eso, Galán reconocía después que su estrategia era seguir formando a sus ingenieros "porque una central nuclear no se improvisa ni la gestiona un recién licenciado". Y tanto, una nuclear puede tardar de 10 a 15 años. O sea, que la decisión de hoy, se paga políticamente hoy y se disfruta energéticamente mañana.
En ese combate es en el que se encuentran las eléctricas que si bien son conscientes de las dificultades políticas han propuesto al gobierno en el Libro Blanco que busque un subterfugio sino para dar nuevas licencias sí para alargar las existentes. Sería una fórmula con la que el gobierno se lavaría la cara con los ecologistas sesentayochistas al tiempo que consigue solventar un problema. Claro que tampoco resulta tan sencillo porque los ecologistas realizaron una intensa labor de desgaste a Unión Fenosa cuando ha tratado de alargar la concesión para su central de Guadalajara que finaliza el año que viene.
Así que con todo este berenjenal, lo mejor es "abrir un periodo de reflexión". Al menos hasta las próximas elecciones generales...