En Europa, también en España, templos católicos abren sus puertas a los propalestinos que, delante del sagrario, aúllan contra el "genocido judío": somos así de idiotas.

Los jóvenes estadounidenses ya tienen una bandera: protestan contra las matanzas judías en Palestina y por eso, montan el pollo en las universidades norteamericanas.

De entrada, criticar la política militar de Benjamín Netanyahu no es ser antisemita. Netanyahu no es un hebreo, es un sionista, y a mí me caen más simpáticos los judíos del Antiguo Testamento y los fieles hebraicos de hoy que los sionistas del siglo X, muchos de los ateos recalcitrantes o panteístas idolátricos del pueblo de Abraham. Y hombre, convendrán conmigo en que es un tanto absurdo que quienes se consideran seguidores del padre Abraham, maestro de la fe, 'pasan' del final del mundo, y no creen en otra cosa que en la guerra bien financiada.

Además, celebro la creación del Estado de Israel, que sirvió para que los judíos tuvieran acogida tras la matanza nazi. Pero no me gusta esa inclemencia del primer ministro israelí, que no cree en otra cosa que en la ley de la fuerza.

Recuerden que los judíos fueron realmente el pueblo elegido por Dios, pero recuerden también que la corrupción de lo mejor es lo peor.

Ahora bien, dicho todo esto, lo que es absurdo es la teoría del péndulo. En primer lugar, porque los musulmanes no son nuestros hermanos mayores en la fe, sino una caricatura del cristianismo, que prescinde, no de la fe en Dios, sino de algo más grave: del amor de Dios. No lo digo yo, lo dice el Corán: para el musulmán llamar padre a Dios es un blasfemia. El cristianismo, por su parte, no se entiende sin el sentido de filiación divina, Por tanto, cristianismo e islam pueden convivir sin romperse la crisma... pero nada más. Siempre estarán en conflicto, esperemos que teórico, porque la historia dice que los conflictos teóricos siempre acaban en conflictos violentos y porque el sentido común asegura que nada hay más practico que una teoría vivida... para bien y para mal. 

Por tanto, me parece muy peligroso los campus pro-palestinos en las universidades norteamericanas. No espero encontrar cabezas serias en hombros jóvenes, y mucho menos si son norteamericanas. Pero esto ya es demasiado.

La última estupidez del Congreso norteamericano: una norma que juguetea con el antisemitismo del Nuevo Testamento, un texto donde el protagonista, el mismísimo Dios hecho hombre, resulta que es judío. Decididamente, sólo hay una cosa peor que un fanático musulmán: un fanático hebreo. A lo mejor porque la corrupción de lo mejor es lo peor

¿Se dan cuenta estos personajes que la guerra de Gaza, el genocidio israelí, ¡oh sí!, partió de unos salvajes que asesinaron, torturaron, violaron y secuestraron a 1.200 judíos, sin avisar, en una matanza propia de fieras, no de hombres, para correr luego a esconderse tras sus mujeres e hijos y asegurar al mundo que les están masacrando los pérfidos israelíes genocidas? 

Por otra parte, no es que los israelíes tengan controlado Estados Unidos. Sí, es cierto que, como tantos otras ocasiones, los judíos -donde como pueblo elegido radica todo lo mejor y todo lo peor, como he dicho antes- para sobrevivir en sociedades hostiles optan por controlar los flujos financieros. El prestatario no suele atacar al prestamista. Puede pasar de la buena vecindad al asesinato, sí, pero ese es un riesgo que hay que correr.

No, si los norteamericanos han sido los grandes valedores de Israel no es porque los bancos de inversión gringos estén controlados por judíos, tampoco por que un pueblo (¡si son poco más de 15 millones en todo el mundo) como el judío sea clave en la geopolítica mundial. No, es porque el calvinismo que creó los Estados Unidos Unidos, fuera un producto de una mente miserable y degenerada como la de Calviño: era un degenerado miserable pero no idiota. Hay un instinto en el poder estadounidense que sabe que la pervivencia del minúsculo Estado de Israel depende de la supervivencia del mundo y que los judíos tienen que jugar un papel fundamental en los últimos tiempos, y la consciencia de que ya estamos en los últimos tiempos empieza a ser universal... para creyentes y para ateos, si cabe más en esos últimos que en los primeros, porque el ateo carece de esperanza.

Algo en el inconsciente norteamericano les dice que hay que proteger al Estado de Israel y, lo mismo sucede en Europa, aunque el Viejo Continente lo hace de forma más timorata.  

Por tanto, es justo criticar a sionistas como Netanyahu, pero no lo es apoyar a la causa islámica. Hoy en día, el mundo se concreta entre el fanatismo sunita y el fanatismo chiíta. El islam que llamamos moderado, y que no es moderado sino pacífico, aquel que respeta a los cristianos, ha desaparecido. Terminó con la Primavera Árabe, la obra del más estúpido de todos los presidentes norteamericanos: un tal Barack Obama, cuyo segundo era un tal Joe Biden

Por tanto, evitemos que caiga Israel a cualquier precio, aunque tengamos que decirle a ese esperpento de Benjamin Netanyahu que le dé una oportunidad a la paz sin reducir un adarme su firmeza ante los salvajes de Gaza, que recuerde que el hijo del asesino no es culpable de los crímenes de su padre. Pero, los judíos deben contar con un Estado que les proteja. Es fundamental para la pervivencia del mundo.  

La imitación de Cristo, la obra espiritual de Tomas de Kempi (1380-1471), anima a la comunicación frecuente (sí, ya en el siglo XV con las siguientes palabras: "métete en mi casa de manera que merezca yo, como saqueo, ser bendito de ti y contado entre los hijos de Abraham").