Sr. Director:

 

En Canadá se está librando una batalla paradigmática. Católicos y otros creyentes defienden el orden natural y la libertad civil y religiosa frente al totalitarismo homosexualista.

El 2 de febrero, el Gobierno del liberal Paul Martin envió al Parlamento el proyecto de ley C-38 que legalizaría las llamadas uniones del mismo sexo. Recordamos que en junio de 2004, el obispo de Calgary, acusó al Primer Ministro, que se presenta como católico comprometido, de dar un contumaz escándalo por su incoherencia moral, manifestada en sus declaraciones favorables al aborto y a las llamadas uniones del mismo sexo, (vid. NG 648).

El 1 de febrero, se dio a conocer el mensaje del Arzobispo de San Juan, Mons. Brendan O´Brien, que en su carácter de presidente de la Conferencia Episcopal se dirigió al Primer Ministro y a los principales líderes parlamentarios. En la carta Mons. O'Brien, reafirma la total oposición de la Iglesia Católica al proyecto de ley del gobierno.

Los Obispos Católicos de Canadá -dice Mons. O'Brien- permanecen unidos en su oposición a la legislación que redefiniría el matrimonio, dejando de reconocerlo como la institución única, esencial y fundamental, basada en la unión de un hombre y una mujer. Continúa el mensaje diciendo : Como líderes de 13 millones de católicos, junto a millones de otros canadienses que profesan otras religiones o no tienen una filiación religiosa, llamamos al Gobierno y a todos los partidos políticos a reafirmar la definición de matrimonio como la unión entre un hombre y una mujer

La carta reclama además a los líderes de los partidos y al Primer Ministro, que respeten la libertad fundamental de conciencia y de religión de los legisladores, y se abstengan de imponer la disciplina de partido a los parlamentarios.

Concluye la carta repudiando las declaraciones de Mr. Pierre Pettigrew, Ministro de Asuntos Exteriores, quien afirmó que las iglesias deberían mantenerse ajenas al debate sobre las propuestas de redefinición del matrimonio.

Intervención del Primado

El cardenal Marc Ouellet, Arzobispo de Quebec y Primado de Canadá, dio a conocer el 30 de enero, una carta abierta dirigida a todos los ciudadanos, llamándolos a oponerse vigorosamente a la redefinición de matrimonio. Como ciudadano canadiense -dice el cardenal- y como Primado de Canadá, y cumplo con mi deber de expresar mi rechazo - así como el de un gran número de canadienses que han acudido a mí para que eleve mi voz en su nombre -, sobre el significado y las consecuencias de las propuestas de redefinición del matrimonio.

Estas propuestas, dice el cardenal Ouellet, en orden a legalizar las parejas de homosexuales, ofenden la moral y la religión de un gran número de ciudadanos, católicos y no-católicos. La carta sigue diciendo que la unión entre personas del mismo sexo es inaceptable, desde el punto de vista natural, para los cristianos y para otros ciudadanos pertenecientes a otras tradiciones religiosas.

Se trata, dice el cardenal, de una revolución cultural cuyas consecuencias son imposibles de predecir.

El Primado expresa su esperanza, en una fuerte reacción de todo el pueblo canadiense en contra del proyecto de ley y la recta decisión de los políticos reafirmando la definición de matrimonio como la legítima unión de un hombre con una mujer con exclusión de cualquier otra persona.

La sociedad canadiense tiene ante sí la opción entre desechar o reafirmar la definición universal de matrimonio, que refleja el orden natural, el sentido común del pueblo, la tradición judeo-cristiana y la sabiduría de las grandes religiones. La elección puede ser el origen de amargas e impredecibles consecuencias sociales, culturales, religiosas y demográficas.

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