Los marxistas de izquierda sí lograron un éxito ayer en Madrid: lograron paralizar el centro de la ciudad y lograron paralizar la actividad en el Congreso. Si yo fuera Jesús Posada, el jueves habría programado pleno hasta a las horas de la noche. El día más duro de trabajo para Sus Señorías. No están acostumbrados, ciertamente, pero esa no es la cuestión.

¿Qué está ocurriendo para que vivamos en España este ambiente pre-revolucionario Dos cosas. El Gobierno Rajoy es culpable de cabezonería, por insistir en una política económica que ha fracasado.

Segundo: las instituciones, es decir, el orden legal, se nos ha vuelto ácrata, es decir, que niega el orden legal y pretenden destrozarlo. Precisamente las instituciones, garantes de ese orden. Hablo de la oposición política, pero también de los jueces. En España han cundido los jueces revolucionarios, una verdadera contradicción 'in terminis'. Y así, el presidente del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), Gonzalo Moliner, aplaude el acoso en los domicilios.

Y todo ello apoyado en una sociedad tan hastiada de crisis que está dispuesta a creer en el principio de contradicción -por ejemplo, un juez revolucionario; verbigracia, un diputado que anima asaltos al Congreso- y a aceptarlo como si nada hubiera ocurrido.

Y todo ello nos lleva a un cuadro nacional de vodevil, donde todo se distorsiona. Sorprendido estoy aún con el gran rasgado de vestiduras del mundo mundial con las palabras de Dolores de Cospedal, en las que comparaba los escraches con el nazismo. A mí me parece una gran imagen de una política habitualmente parca en imágenes. Mire usted, amedrentar a la gente en su reducto más íntimo, el domicilio familiar fue, la práctica habitual de las SS con el nazismo. Tomar, en nombre del Estado, propiedad de los domicilios de los 'ricos' fue la marca de la casa del leninismo durante la revolución soviética y Albania lo llevaría al culmen al prohibir la intimidad familiar: no había ventanas para que pudiera verse desde fuera lo que ocurría en la intimidad del hogar.

Por su parte, la especialidad de las juventudes nazis era amedrentar a los enemigos del régimen en sus propios domicilios, con el objetivo de que no pudieran sentirse seguros en lado alguno.

Y es que la clave del hombre es su hogar. Su intimidad compartida con los suyos. El hogar es sagrado. Por eso, los romanos adoraban a Lares y Penates, los dioses de la familia velaban sobre él. Y cuando Ada Colau, una de nuestras peores ciudadanas, asegura que una familia desahuciada también sufre escrache, cuando menos está imponiendo la venganza, que no la justicia, como medio para resolver la tragedia.

Eulogio López

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