Saben aquel que dice: Que uno de Madrid se fue a Londres y como no sabía inglés le aconsejaron hablar despacio y por sílabas.
Ya en Londres pregunta a una persona que pasaba por ese sitio la dirección de un cierto lugar al que se debía encaminar, la pregunta la hace silabeando tal como le aconsejaron. El otro ciudadano, le responde, también despacio y silabeando, donde se encontraba dicha dirección. La conversación sigue y el que hizo la preguntó, despacio y en sílabas, manifiesta que él viene de Madrid, el preguntado le responde -también despacio- pues yo soy de Albacete. Ambos se miran y dicen: sí los dos somos españoles, ¿entonces qué hacemos hablando inglés?.
Este chiste del malogrado cómico Eugeni me sirve para hacer una reflexión sobre lo que pasa en el Senado con los pinganillos y las traducciones. Si resulta que todos se entienden en español, ¿por qué este gasto inútil, con la que está cayendo? Tenemos casi cinco millones de parados, unas 200.000 familias que están pasando hambre, que la Unión Europea nos avisa con un posible rescate porque no cumplimos con las condiciones impuestas, etc. Me da la impresión que el chiste de Eugeni, que en paz descanse, ahora se verifica.
Después, por los pasillos siguieron hablando en castellano. ¿No es paradójico lo que pasa en la Cámara Alta?
Pedro J. Piqueras Ibáñez