Un poner: no he visto que nadie se haya mesado los cabellos, ni haya huido a Marte, al hacerse pública la siguiente noticia que hago llegar a sus meninges. Ojo a esto. Titular. Sanidad autoriza la fusión de células madre humanas con embriones de ratón.
Insisto : nada ha ocurrido. Es más, los columnistas no le han dedicado ni una línea. Y aun más, la noticia se nos presenta como algo tremendamente positivo. Un argumento de autoridad, qué digo, dos argumentos: el experimento admitido por Sanidad será dirigido por dos científicos tan prestigiosos como Anna Veiga y Juan Carlos Izpisúa. Veiga es famosísima por haber producido el primer bebe-probeta. No lo hizo por ganar la carrera de la bestialidad genética, iniciada con algo tan noble como la fecundación in vitro. Todo lo contrario : lo que la prestigiosa científica de la barcelonesa Clínica Dexeus era ofrecer una niña a quien no la tenía y de paso conseguir el galardón de la primera bebé probeta de España. Algo que, qué quieren que les diga, aún me hace lagrimar.
Pero el tiempo pasa, la ciencia avanza que es una barbaridad y doña Ana decide unir su vida profesional a un hombre de aspecto meditabundo, un Sócrates de nuestra era, como Izpisúa, y a ambos se les ha ocurrido una idea formidable: han decidido mezclar embrión de ratón con embriones (perdón, células,) revolverlo en el tubito y ver qué sale. Porque esa es la sabiduría, señores: la que parte de la curiosidad, si ustedes me entienden.
Ya había cuatro grupos de prestigiosos científicos (PCs) trabajando en otras tantas líneas de investigación forense. No es que para ello sea necesario masacrar embriones, es decir, personas muy pequeñitas con su correspondiente código genético. Pero claro, Veiga no podía quedarse atrás, ha decidido desarrollar todo su talento mezclando hombre y ratón, que es un animalito pequeño, peludo y tremendamente simpático, del que seguramente, como ocurre con la mosca del vinagre y el pino piñonero, no se diferenciará mucho de la especie depredadora y consumidora de recursos, como es la humana. Es más, en tiempos de la URSS hubo un proyecto soviético para mezclar hombre y caballo (Proyecto Centauro), aunque, no sé cómo explicarlo un poco más lo soviético, en vivo y en directo, o con un pene de plástico. El asunto era investigar y comprobar, empíricamente, comme il faut, pues qué sé yo, por ejemplo, si los nuevos centauros de laboratorio podían constituir la vanguardia del proletariado.
Pero no se crean que Veiga e Izpizúa no es un delantero del Athletic- son unos desalmados jugando a Frankenstein. La cosa tiene truco. Verán, primero se destroza un embrión la alta investigación también exige estos efectos colaterales, qué le vamos a hacer- y se utilizan sus células humanas para injertarlas en un embrión de ratón, que como creo haber dicho antes es un animalito muy simpático.
¿Y para qué? Se preguntarán ustedes. Pues está clarísimo, ignorantes: para comprobar la pluripotencialidad de una célula para crear tejidos. Y no se crean, no, que doña Anna y don Juan Carlos son dos tipos muy humanos, que creo que cuentan unos chistes formidables. Así que, una vez injertado el hombre-ratón, no permitirán que el bicho, con perdón, se desarrolle. Eso sí que no, que el efecto resultante podría dar mucho asco : Se destruye antes y hemos acabado. Por ejemplo, podríamos destruirlos los viernes, porque una cosa es el amor a la ciencia y otra perderse un buen fin de semana en la Costa Dorada.
Y esto es lo que me fastidia a mí. Porque, vaya usted a saber, si dejaran desarrollarse el experimento, ¿Con qué podríamos encontrarnos? Piénsenlo : mezclas material genético humano y material genético ratonil y a lo mejor te sale la ministra Salgado. Y eso por de pronto, rompería la cuota paritaria. Pero también te puede salir Pasqual Maragall, que, no en vano, es la Generalitat mecenas del proyecto y bien podrían tener un detalle con d. Pascual. O Carod-Rovira, que, no lo tomen como un insulto, recuerden la similitud genética, siempre me parecido un punto ratonil. Lo que está claro es que doña Anna y don Juan Carlos, se han negado en redondo a adoptar a la criatura resultante ¿Saben lo que les digo? Que mucho amor a la ciencia pero nadie quiere adoptar al hombre-ratón y por eso se lo cargan antes de crecer. Unos racistas, eso es lo que son. Especialmente doña Anna. Que seguramente se negaría a darle el pecho a la criaturita resultante.
Eulogio López