3.613 ediciones. Cuando Hispanidad comenzó a emitir, el 20 de marzo de 1996, en España sólo había dos servidores para conectarse a Internet, uno en Madrid y otro en Barcelona. Las líneas fallaban a cada momento y el hiperenlace, concepto que evocaba la Guerra de las Galaxias, de George Lucas, andaba en mantillas. Gobiernos y empresas carecían de página WEB o se reducían a un dibujo del logotipo y un organigrama. De pronto, todo el mundo pareció volverse loco y empezó a instalarse en Internet, confundiendo lo que era una infovía con una mercadovía. Ejemplo típico fue la aparición fulgurante de una nueva empresa: American on Line (AOL). El recién nacido AOL se fusionó con Time-Warner-CNN, el multimedia informativo más poderoso del mundo. Y ojo, lo hizo en la proporción 51/49: era el neonato AOL quien se imponía a Warner tradicional. Naturalmente, el espejismo duró un lustro, hasta que AOL se hundió.
Naturalmente, como en la WWW nadie ganaba nada –porque no era un mercado- llegó la burbuja financiera y los mercaderes comprendieron que la Red era un vehículo para informarse, no para enriquecerse. Los valores bursátiles se desplomaron. En España, el arquetipo fue Terra, que dividió por 100, sí por 100, su valor, hasta que tuvo que ser absorbida por su lanzador, Telefónica, tras hacer perder su dinero a miles de accionistas. Los ricos comprendieron que si querían obtener beneficios de la red antes tenían que ofrecer información, aunque al poder nunca le gustó. Y vuelta a empezar.
Y como Internet era una infovía, el modelo de nogocio informativo tuvo que cambiar. En un momento crucial -finales del siglo XX- en que la concentración de empresas informativa alcanzaba su apogeo, en que cada vez menos multinacionales controlaban más información, llegó la Red y desbarató el oligopolio. La editora de Hispanidad nació con 3.000 euros de capital social y se estructuró a modo de sociedad limitada. Lo mismo ocurrió con toda la prensa independiente de Internet. Célebres periodistas se marcharon a la red para ganar en libertad y autonomía, que no en patrimonio. Internet era, y es, el triunfo de lo pequeño contra la grande. Con la red, se hizo realidad el sueño de Hilaire Belloc y Gilbert K. Cheterton, los creadores del distributismo, cuyo credo puede resumirse así: o propietario o proletario. Lo pequeño es hermoso porque posibilita que los diminutos puedan competir con los grandes. Fundar un diario de papel –además, de que no se monta casi ninguno- puede suponer una cantidad no inferior a los 60 millones de euros. Un canal de TV bastante más, pero, además, tanto la tele como la radio son concesiones administrativas, que procura el Estado y que sólo concede a los más grandes.
La moraleja de Internet es ésta: más vale ser cabeza de ratón que cola de león. Cuando eres cabeza, eres mucho más libre, aunque te alaben menos y te insulten más, como corresponde al libre don-nadie que eres.
Dicho de otra forma, Internet ha detenido el proceso hacia el oligopolio y, con él, hacia el Estado Servil, hacia la proletarización del mundo, que denunciaron los creadores del distributismo -distribución adecuada de la propiedad privada-. En la sociedad de la información, el distributismo informativo es clave: si el oligopolio controla la información, la libertad de prensa desaparece. Conclusión: mejor cientos de portales enanos que media docena de enormes diarios pendientes de los intereses de sus dueños, los 'Señores de la Prensa'. Eso sólo es posible en la Red.
Asimismo, en estos años Internet se ha convertido en la plataforma de lo políticamente incorrecto. Por ejemplo, del Cristianismo, alejado cada vez más de los grandes centros de decisión y los voceros informativos. Gracias a la Red, ni la Iglesia, ni nadie, necesita del apoyo del poder para hacer oír su voz. Internet se ha convertido en la voz de los pequeños frente los grandes y en la voz de las personas frente a la instituciones. Observen que son todos los instalados en el sistema de poder, no me refiero sólo a los políticos, quienes más despotrican contra Internet.
Quince años de vida de Hispanidad han servido para demostrar que Internet es libertad y, como todo territorio libre, la cuna de lo peor y lo mejor. Sólo queda una asignatura pendiente: hay que suprimir de Internet la cobardía del anonimato en la Red. Ustedes ya me entienden.
Estos son los primeros 15 años de Hispanidad. Sólo eso.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com