Tras el brutal atentado contra la catedral en Bagdad, que costó la vida a más 50 cristianos, el arzobispo observador permanente de la Santa Sede ante la Naciones Unidas se dirigió a la Asamblea General denunciando la discriminación racial y la intolerancia religiosa.
El arzobispo Chullikatt hizo un llamamiento a la comunidad internacional para que no ignore esta situación que requiere la atención urgente de líderes nacionales e internacionales para proteger el derecho a la libertad religiosa de individuos y comunidades, dijo. La esperanza del progreso de la humanidad, aspiración troncal de esta organización internacional -concretó el prelado- no podrá alcanzarse nunca hasta que estos abusos acaben.
Advirtió contra la búsqueda de una solución bajo el pretexto de prohibir la difamación de la religión, e instó, en este sentido, a buscar un enfoque diferente al problema. El observador permanente reafirmó el apoyo de la delegación de la Santa Sede a los esfuerzos para proteger a los creyentes de la incitación al odio irracional y a la violencia, pero manifestó su preocupación por el uso que se da al concepto de difamación religiosa para alcanzar estos objetivos.
De hecho, en muchos casos ha resultado contraproducente y en lugar de proteger a los creyentes se ha utilizado como medio de opresión patrocinado por algunos Estados. Desgraciadamente no hemos leído ni oído que esta petición haya tenido respuesta.
Jesús Martínez Madrid