A las pruebas me remito: Emilio Botín, el banquero más famoso del país, líder de la compañía más capitalizada, junto a Telefónica, de todo el IBEX 35, ha perpetrado una campaña de publicidad en la prensa extranjera (reproducimos un ejemplo del anuncio publicado en el Financial Times) donde aclara que, de todo su negocio, menos de una tercera parte se encuentra en España, país que, como es sabido, huele mal en los mercados financieros. Botín debería avergonzarse pero me temo que no va a hacerlo. Por supuesto, se ha cuidado mucho de publicitarse fuera de nuestras fronteras, mientras, de puertas adentro, clama por la responsabilidad de la clase política naturalmente.
Aún más grave es lo del propio Gobierno Zapatero. El diario La Razón, en una exclusiva magnífica de la que habría que hablar más, publicada el pasado domingo, muestra y demuestra una carta enviada por el Ejecutivo español, en la que pide permiso a Bruselas para intervenir Cajasur. Asegura la vicepresidenta económica que, de no hacerlo, podría haber riesgo sistémico, concepto cursi donde los haya, con el que los horteras que nos gobiernan se refieren a la posible caída de todo el sistema bancario español. ¿Por Cajasur? ¡No fastidie, doña Elena!
Sin que se le torciera el rostro, la vicepresidenta aseguró que si no se intervenía Cajasur, hay riesgo de contagio y peligra la economía.
Y todo ello en carta dirigía a la Comisaría de Economía de la Unión Europea, que lidera el socialista español Joaquín Almunia, otro emocionado paladín de la ortodoxia financiera que resulta en heterodoxia y caos económico. Otro capaz de derrumbar España, su país de origen, con tal de ganar puntos ante la clase financiera.
A la señora Salgado se la conoce como Lady Palpatine, porque con su expresión crispada, siempre parece estar a punto de pasarse al lado oscuro de la fuerza, reverso tenebroso incluido. Pero tirar piedras contra su propio tejado, sólo por fastidiar a un obispado, es decir, a los creadores de los Montes de Piedad, sólo se le ocurre a Lord Palpatine.
En resumen, que, con tal de arrebatarle una caja de ahorros a los curas, el ejecutivo español echa lodo sobre sus propios bancos, los que mejor han soportado el vendaval de la crisis en toda la Europa occidental. Y así, por cainismo, somos capaces de gastarnos 90.000 millones de euros, que no tenemos, seis veces el plan de ajuste del Gobierno que tanta polémica ha cosechado, en sanear bancos que no necesitan saneamiento. Y el que lo necesite, que se fastidie solito sin pedir dinero público. Los depositantes ya tienen asegurados 100.000 euros de sus depósitos. Con eso basta. Lo que no puede ser es que paguemos a un mal banquero su mala gestión con dinero público.
Aunque, a este paso y por estos medios, sí que acabarán necesitándolo porque en banca, insisto, la imagen crea la realidad. No lo duden, si el Gobierno y el Banco de España se empeñan, por razones espurias y cainitas, en que bancos y cajas están mal, bancos y cajas acabarán por ponerse malitos, muy malitos.
E insisto, España se ha partido en dos por una reducción de costes de 15.000 millones y está dispuesta a sacrificar hasta 90.000 millones de euros para salvar a bancos cuya insolvencia se exagera para fastidiar al vecino o para arrebatar cuotas de poder. Increíble pero cierto. Y no me digan que esos 90.000 millones de euros son préstamos al 7,75% de interés: ¡qué se apuestan a que no se pagan! ¿Por qué vía? Por la de siempre, alargando plazos y acabando por pasarlos a fallidos, como ocurrió durante la anterior crisis bancaria de los años ochenta del pasado siglo.
Los españoles no sólo somos cainistas: somos idiotas. Y mientras este país siga odiando al compatriota e inclinándose frente al de fuera, no tendrá remedio. Ni tan siquiera su economía, que no es lo más importante.
Y el cainismo español no termina ahí. En perpetua guerra civil, el extranjero se aprovecha, España es el único país portador neto al Fondo Monetario Internacional (FMI) que tiene que soportar al bífido Domenique Strauss-Khan, destacado miembro del Nuevo Orden Mundial (NOM), una regañina sobre lo que tiene o no tiene que hacer. ¿Se atrevería el francés a hablar en esos términos a Reino Unido, con más déficit y más deuda que la nuestra, o a Estados Unidos, con todos sus bancos quebrados y origen de la actual crisis especulativa mundial, en los mismos términos que a España? ¿A que no? Y no es que España sea pequeña, es que es cainita, es que no habla con una sola voz sino con una lengua viperina, mejor con varias lenguas bífidas.
Eso sí, en algo tienen razón los cabezas de huevo del FMI. Exigen a España que cese el derroche público de comunidades autónomas y ayuntamientos Mientras, el FMI exige a España un ajuste no en comunidades autónomas y ayuntamientos, los más derrochones de todos. Y es cierto que el estado autonómico debe ser modificado, todo entero. Sólo que para eso sí que se precisa un Pacto de Estado. Durán Lleida, que tanto blasona de estadista, debería ponerse en esa tesitura: ¿aceptarían sus compañeros de viaje nacionalistas un recorte del gasto autonómico, un fuerte recorte?
En cualquier caso, el problema económico de España sigue siendo el mismo: el cainismo, este vivir en permanente guerra civil. Nunca he sido muy patriota pero para mí que tenemos un serio déficit de patriotismo. Y ese tipo de déficit no se arregla con nuevas emisiones de deuda pública.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com