Iba un viejito por el bosque cuando escuchó a sus pies una débil voz.
Se agachó y descubrió que quien le hablaba era una ranita.

 

La ranita le dice:

- Soy una princesa hermosa, erótica y sensual, diestra en todos los placeres de la carne y el amor.

- La reina mala, envidiosa de mis encantos, me convirtió en rana, pero si me das un beso, volveré a ser quien era y te daré todos los goces y deleites que mi voluptuoso temperamento y mi ardiente concupiscencia pueden producir.

El viejito levanta la rana y se la echa en el bolsillo.

Asoma la cabeza la ranita y le pregunta muy desconcertada:

- ¿Qué? ¿No me vas a besar?

- ¡No! - Respondió el viejecito.

- A mi edad es más divertido tener una rana que habla, que una maniática sexual.
Luis de la Fuente