• Se da un plazo de dos años para conjurar el secesionismo catalán y volver a empezar.
  • Por tanto, nada de abdicar, aunque la campaña se ha desatado de nuevo.
  • Coincidiendo con los nuevos rumores sobre una separación de los Príncipes de Asturias.
  • Con su vieja guardia: Rubalcaba, Solana, no Aznar, sí Rajoy.
  • Pero sólo a medias podrá contar con Felipe González, debido a su estado de salud.
  • Roca y Pujol las claves de Cataluña ante la locura de Artur Mas.

 

El problema de tener muchos años es que tus relaciones profesionales no son las de antes. Esto es lo que le ocurre a SM el Rey, quien lucha contra una recuperación difícil de su salud y, sobre todo, de su capacidad de movimientos.

En resumen, el Rey se ha dado dos años para conseguir una segunda transición, en busca de una nueva reconciliación entre los españoles alrededor de la misma Constitución de 1978, Constitución reformada, que termine de una vez por todas con el problema catalán y con la ira creciente en toda España, donde unas obras en una calle provocan altercados violentos en todo el país.

Para ello, Juan Carlos I se ha dado un plazo de dos años. Es el tiempo que necesita para, una vez que el PP se convenza de que no va a revalidar su actual mayoría absoluta (por cierto, don Mariano aún está convencido de que puede conseguirlo) lograr un consenso de Estado entre izquierda, derecha y nacionalistas. No hablamos de cambios ideológicos, porque el Rey no está luchando por unos principios: lucha por la estabilidad política, aunque se trate de la estabilidad de los cementerios. La idea de que España no está libre de una nueva guerra civil es uno de los elementos, aunque no el principal, que maneja La Zarzuela.

Por tanto, nada de abdicación en su hijo, el Príncipe Felipe. No es el momento
Y eso que las diferencias en el matrimonio Borbón-Ortiz se mantienen, con una doña Letizia que continúa fuera decontrol. Si en junio era el Monarca quien alentaba la salida de doña Letizia Ortiz de palacio, ahora prefiere dejar las cosas como están.

Vamos con esta segunda transición. Se trataría, no de un nuevo texto constitucional -en cuyo caso se replantearía la alternativa entre monarquía y república- sino de una reforma del texto del 78, realizada por consenso y que terminara de una vez por todas con los independentismos catalán y vasco y, lo que es más importante, que aplacara el ritmo de violencia social creciente. 

Y también, no menos importante, un consenso de esa magnitud sólo podría conseguirse cuando el PP de Mariano Rajoy pierda la mayoría absoluta.

Para ello, necesita el rey un consenso de todas las fuerzas políticas y Juan Carlos I quiere hacerlo con los suyos, con los de su generación. No con Aznar, con quien nunca se entendió pero sí con los socialistas que ha conocido y con los que siempre se ha llevado a las mil maravillas, como Javier Solana o el propio Pérez Rubalcaba. No podrá contar al 100 por 100 con Felipe González, cuyo estado de salud comienza a ser delicado, y sabe que su referencia en la derecha debe ser Mariano Rajoy, con quien mantiene una relación tan cordial como distante.

No sólo eso. Para abordar el problema catalán, que es el que más ha fraccionado a la sociedad española, quiere volver a contar con Jordi Pujol y con Miguel Roca, porque en Zarzuela consideran que Artur Mas se ha echado al monte y sólo le esperan unas elecciones tan plebiscitarias como perdidas. Es lo malo de los suicidas: se autodescartan ellos mismos.

Mas ha dejado de ser importante. Hay que buscar un consenso desde la jefatura del Estado dado que no se ha conseguido desde la Presidencia del Gobierno, hay que conseguir que CiU diga 'prou', que se conforme con un mayor grado de autonomía, y acepte convivir con el resto de España para reducir el independentismo a lo que siempre fue: el 15% de la población catalana, cuando ahora es el 50% el que, sin ser independentista, vota a partidos anti-españoles.

Y de postre, conseguir que la Monarquía vuelva a resultar indiscutible.

En círculos monárquicos hablan de una segunda transición y una nueva reconciliación entre españoles. A lo peor, la tarea resulta aún más compleja que en los años setenta. Pero lo que el Monarca tiene que valorar es que el modelo Gamonal nos lleva a un nuevo enfrentamiento civil, sin que tan siquiera se tenga claro la identidad de los bandos. En 1936 era una identidad ideológica y religiosa. Ahora puede tratarse de antisistemas de izquierda frente a partidarios de un mínimo orden social.

Probablemente se trate de una contradicción, pero no deja de ser una tarea urgente. Más urgente que relevante, porque el monarca no se plantea volver a las esencias cristianas de España. Se plantea, sencillamente evitar una nueva guerra civil. Podría ser un intento de coser sin hilo.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com