Pues bien, el presidente del PP, Mariano Rajoy, nos sorprendía a todos mañana del martes- con la petición de un consenso político para modificar la Constitución. Y esto doce horas después de que el ministro de Justicia, López Aguilar, afirmara que no corría ninguna prisa. La razón es muy sencilla: Zapatero ha forzado tanto la Constitución que no le interesa nada abrir ese melón. Porque la prelación dinástica no es lo único que hay que arreglar en la norma de 1978. Además, bastaría con cambiar un par de cositas para que normas como el Estatuto catalán tuvieran no sólo un mal encaje en la constitución, sino que no encajaran en modo alguno.
La prelación dinástica no es más que una excusa del PP para modificar el texto.
Por lo demás, SAR el Príncipe Felipe está plenamente de acuerdo con el PSOE y en desacuerdo con el PP. Quizás porque se considera inmune a la posibilidad de morir, considera que la cuestión de la prelación dinástica no debe plantearse hasta que él haya accedido al trono. Algunos malpensados, sin duda recalcitrantes republicanos, arguyen que modificar la Constitución en este sentido llevaría a plantear la cuestión sucesoria en la presente generación, que no hay que esperar al futuro. En otras palabras, que el futuro Rey de España debería ser la Infanta Elena, y el futuro rey consorte don Jaime de Marichalar.