Es un día cualquiera del mes de noviembre. Acudo al Centro Joven del Ayuntamiento de Madrid a conocer in situ cómo trabajan los funcionarios municipales que asesoran a los jóvenes en materia sexual. Se trata de un amplio local situado en la calle Navas de Tolosa, muy cerca de la plaza de Callao. Mejor ubicación, imposible.
- Buenas tardes, quería saber qué puedo hacer una amiga que acaba tiene un embarazo no deseado.
- Que venga que le ayudaremos, me responde una funcionaria con pinta de funcionaria. O sea de esas a las que no les gusta trabajar, que dominan la legislación laboral y que no hablan más de la cuenta porque no debe de estar estipulado en su convenio.
- Pero, que le ayuden, ¿cómo?
- Pues ya sabes, que venga y le enviaremos para que se haga la IVE. Así, abiertamente, sin más prolegómenos, ni examinar si está en los tres supuestos. ¿Para qué?
- Ya, pero ¿y si mi amiga quiere seguir adelante con el embarazo?
- ¿Cómo? pregunta la funcionaria alucinando de que alguien quiera traer más personas a este asqueroso mundo capitalista y explotador.
- Sí, que si mi amiga quisiera seguir adelante con su embarazo, ¿habría ayudas?
- Bueno, tendría que examinarla el asistente social para ver si se encuentra en situación de necesidad. A Vd. por ejemplo, pues no le ayudarían, me responde. Eso pasa por ir con chaqueta y corbata. Es la misma ley de vagos y maleantes, pero a la inversa. Chaqueta y corbata igual a rico y explotador, ergo que se busque la vida y más si quiere ¡¡seguir adelante con su embarazo!!
- Ya, pero entonces, ¿le analizarían su caso y es posible que le ayudaran?
- Sí, tiene que ir a su distrito y contarle su caso al asistente social.
Por supuesto, nunca es esta la primera información que se encuentra el que acude a este centro joven. En medio de la conversación, aparece una pareja. Heterosexual, eso sí. Ella un poco avergonzada, él enseñando los calzoncillos con cara de qué responsable soy que vengo con mi novia a que se trague la pastillita.
- ¿A qué venís?, le pregunta la médico
Silencio ruborizante...
-Venimos a por...
- ¡Ah!, a por la píldora, pasad por ahí, le indica la médico
La pareja se dirige al mostrador y le entrega los datos a la funcionara con cara de funcionaria. Ella no habla. Sigue siendo mujer y sabe en el fondo que se está entregando a su novio sin proyecto de futuro de ninguna especie. La solución de la pastillita no parece la mejor.
Mientras la chica arregla sus cosas con la funcionaria, charlo con la médico.
- ¿Vd. es la médico de aquí?
- Sí
- ¿Y qué tal? ¿Mucho follón?
- Mucho; algunos días no tengo ni tiempo ni de levantarme al baño-
- Supongo que los lunes es el peor día.
- Sí, los lunes son los peores, ¿por qué será verdad?, responde con ironía
- Ya, y ¿Vd. qué hace?
- Pues atenderles como en cualquier hospital, responde tratando de dignificar la tarea que realiza.
Mientras tanto, la funcionaria con cara de funcionaria aparece con un tubo repleto de vasos de plástico. Y es que la primera pastilla se toma en el mismo centro y la segunda unos días después. Eso es atender como en cualquier hospital.
Tanto la médico como la funcionaria parecen un poco incómodas con tanta pregunta. Se huelen que se trata de un ¡¡¡¡periodista!!!! y así se lo dice abiertamente la funcionaria con cara de funcionaria a la profesional sanitaria, que permanece con cara de mayor tranquilidad. ¿Solución? Toma un folleto informativo y lárgate.
El folleto se presenta como Centro de Salud para adolescentes y jóvenes. Especifica que es para mayores de 21 años, pero no explica a partir de qué edad se dispensan las píldoras. No obstante, los de adolescente resulta bastante sospechoso. Y la garantía de confidencialidad, más. Porque un adulto legal (mayor de 18 años) no necesita tales garantías. O dicho de otra forma: la sospecha de que el centro se salta la patria potestad está ahí.
Decide-t reza el folleto destrozando el castellano. ¿Quieres utilizar métodos anticonceptivos? Ven a vernos. Ese es el mensaje: No te amargues la vida con ideas falsas y pensamientos inadecuados; no te rayes y decide-t
Esto es lo que ocurre el Centro Joven -y adolescente- de Gallardón. Y uno se pregunta si el dinero público no podría emplearse en mejores fines que en arrancar la patria potestad de los padres y embrutecer a nuestros jóvenes y adolescentes. Se me ocurren varias docenas de mejores usos.
Luis Losada Pescador