En las diversas indagaciones las esposas están, mas que los maridos, en contra de la interrupción voluntaria de estado de gravidez (asesinato), ven el aborto como un dilema individual. Las jóvenes se estremecen al pensar que el marido pueda privarles de la mayor alegría de su vida: la ternura de un bebé. En los Estados Unidos un 64% de las mujeres que interrumpen voluntariamente el estado de buena esperanza (crimen) se sienten forzadas por otras personas allegadas. Las esposas estadounidenses abortan para complacer las chifladuras de personas que no ambicionan amparar a su hijo, según Frederica Matthews-Green.
Por otra parte, la dolencia para la mujer que aborta es psíquico según la American Psychological Association. Se ha divulgado la gran depresión que sufre la mujer tras un aborto legal. Las casadas pueden oponerse al aborto durante el estado de gravidez sin embargo, la legitimación del aborto a petición, hace que padezcan las secuelas. Si la joven aborta, el esposo se ve eximido de toda responsabilidad y guarda a la esposa como objeto carnal. Es frecuente la depresión y los pensamientos suicidas en la mujer que ha abortado.
Si se muestra, a lo largo del embarazo, que el chiquillo es deforme, si no aborta, la esposa norteamericana será la culpable de las embestidas que el vástago traiga consigo. El aborto (crimen) ofrece la liberación de la mujer. A lo largo de la historia, los benjamines han sido un resultado lógico de los idilios entre el hombre y la mujer, por lo tanto, los dos son los padres de la criatura. Esto no pasa con el aborto libre (asesinato) que impide el nacimiento de un bebé. Es la mujer quien decreta si el hijo entra en el mundo de los vivos.
Juan Pablo II afirmó: El aborto procurado es la eliminación deliberada y directa de un ser humano en la fase inicial de su existencia, que va desde la concepción al nacimiento. Jamás se puede justificar la eliminación deliberada de un ser humano inocente.
Clemente Ferrer
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