El Partido Verde, tercera fuerza tras la primera vuelta, es seducido por ambos candidatos. La candidata ecologista es una firme defensora de la vida humana.
Para el lector europeo, la situación en la que se encuentra Brasil antes de la segunda vuelta resulta un poco extraña. Como ayer informó Hispanidad, la candidata del Partido de los Trabajadores (PT), Dilma Rousseff, se ha vuelto pía. Y eso de por sí no es malo, al revés. Sin embargo, cuando hay política de por medio, estas conversiones tan llamativas suelen resultar un peligro.
La situación extraña referida es la captación de votantes por parte de los dos candidatos. Lo normal es que la gente que ya les votó en la primera vuelta, lo haga en la segunda. Por eso hay que buscar otros estanques donde pescar. Y en este caso el Partido Verde de Marina Santos es el elegido.
La candidata ecologista obtuvo el 19,3% de los votos, lo que supone cerca de 20 millones de votantes. Uno pensaría que lo normal es que estos votantes eligieran a Dilma Rousseff, por pertenecer a la izquierda, lugar en que normalmente se encuentra el ecologismo europeo. Pero, ¡sorpresa! Resulta que la candidata del Partido Verde es evangélica, creacionista, acérrima defensora de la vida...humana (lo que sería muy propio en un partido que quiere salvar el planeta, pero que no encontramos en los ecologistas europeos) y podría ser tentada por José Serra, el candidato del Partido Social Demócrata Brasileño (PSDB).
Es entonces cuando se comprende la súbita conversión de Dilma Rousseff, hasta hace unos días partidaria de la legalización del aborto y que ahora, en cambio, se ha vuelto mucho más cauta y hasta religiosa.
Para ese nuevo rostro de defensora de la vida esgrime sus raíces en una familia católica, y aunque puede ser cierto, su pasado como guerrillera urbana no deja en buen lugar la supuesta formación que dice haber recibido.
Así pues, queda todo un mes por delante (la segunda vuelta será el 31 de octubre) en el que cualquiera de los candidatos buscará ofrecer su cara más amable para atraer a los electores. La pena es que en la política se olvide tan rápido lo que se ha dicho con anterioridad y no se sea esclavo de las palabras que se han dicho.
Hasta entonces, nuevos episodios de religiosidad irán surgiendo en la vida de los candidatos. Ojalá que no se olviden de ellos a partir del 1 de noviembre.
Juan María Piñero
juanmaria@hispanidad.com