La alianza entre panteísmo, islamismo y marxismo hispano constituye el mayor reto de la OTAN para el siglo XXI. Urge refundar el pacto atlántico como defensor de la civilización occidental, es decir, de los principios cristianos.
Cuando los políticos sonríen es porque preparan una estafa. La Cumbre de la OTAN que se celebra en Lisboa es una estafa. El timo consiste en vender al mundo su triunfo en Afganistán, cuando lo cierto es que se ha cosechado un sonoro fracaso. El fundamentalismo islámico no ha sido vencido en ese enorme y martirizado país. Con las escasas tropas puestas en juego hasta el momento no se puede implantar un régimen donde se respete los derechos humanos, antes de la retirada, prevista para 2014. Habrán sido 12 años de invasión inútil y con importantes pérdidas de vidas humanas, además de un precedente nefasto para otras intervenciones de Occidente.
No sólo no se ha vencido sino que ha permitido que el talibanismo que tumbó las torres gemelas o que provocó 192 asesinados el 11 de marzo de 2004, en Madrid haya contaminado Pakistán, potencia nuclear, presunto amigo de Occidente y que se haya convertido a Irán en aliado del bolivarismo hispanoamericano y del viejo enemigo comunista del Atlantismo en Europa: la hoy incalificable Rusia de Vladimir Putin.
¿Cuáles es el problema? Que Occidente se vuelve más cobarde cada día que pasa. Los análisis militares del Estado mayor del Ejército español aseguran que pacificar Afganistán exigiría un millón de soldados y, probablemente, con bajas no muy inferiores al 7% de los efectivos. Y ni Obama, Ni Merkel, ni Cameron, ni Sarkozy (que acaba de ceder ante el terrorismo islámico pagando el rescate de sus ingenieros franceses en el norte de África) ni mejor ni mencionarlo- el cobardón de Zapatero, están dispuestos a asumir tales pérdidas.
La OTAN comenzó siendo una alianza militar para el Atlántico Norte, aunque son dos polacos Karol Wojtyla y Lech Walesa- los que derriban el Muro en 1989. Tras la caída del comunismo en Europa que no en Asia- y el resurgir de un enloquecido islam, la OTAN pasa de protector del Atlántico a ejército de todo el Occidente libre. Por eso pelea en Kabul, que no queda en el océano Atlántico, pero también por eso está obligado a vencer, no a decir que ha vencido aunque no haya convertido a Afganistán en un régimen de libertades sino en un país de guerrillas. Y aún más grave: la fracasada guerra de Afganistán sólo ha servido para que las bases, y las raíces sociales, de los talibanes se trasladen desde Afganistán a Irán y Pakistán (por no hablar de una Turquía cada día más fundamentalista). La OTAN no ha enterrado la Guerra Fría. Lo que ha muerto es el comunismo europeo, pero no el asiático, y la alianza entre ese marxismo amarillo -especialmente China- capitalista pero anti-occidental, con el islamismo iraní, afgano y paquistaní así como con el nuevo populismo iberoamericano, constituye hoy el reto de la OTAN y de Occidente. El enemigo moscovita ya es cosa del pasado gracias a Juan Pablo II. Ahora, toca lidiar con la alianza entre marxismo occidental y panteísmo oriental, la síntesis más venenosa a la que haya tenido que enfrentarse el Occidente cristiano.
Pero volvamos a Lisboa. Al final, lo que trasluce es que, al igual que ha ocurrido con la Unión Europea, el espíritu fundacional de la OTAN ha muerto. Ese aliento inicial no era otra cosa que la defensa de la civilización occidental, del viejo Imperio Romano y las raíces de ese imperio romano, trasformado en la Edad Media en el Sacro Imperio Romano Germánico, no es otra cosa que los principios de la Roma cristianizado y cuyo legado fue salvado por la Iglesia y dio origen a la democracia. ¿Por qué? Pues muy sencillo, porque sólo desde la concepción del hombre como hijo de Dios puede entronizarse a la persona y a sus libertades como el objetivo único del quehacer político. En otras palabras, la esencia de la civilización occidental y de la democracia es la fé cristiana. Lo que ocurre es que los actuales líderes occidentales no sólo no son cristianos: en algunos casos son abiertamente anticristianos (Obama y Zapatero) o, al menos antirromanos (Merkel, Cameron) o sencillamente egocéntricos (Sarkozy o Berlusconi). Malos tiempos para los estadistas, pero con estos bueyes hay que arar.
Como guinda del ridículo lisboeta (no me refiero al de la selección española de fútbol), la canciller de Zapatero, Trinidad Jiménez, incapaz de ver más allá de sus tópicos, vendió en Lisboa a los medios españoles la necesidad de resucitar a los amigos del Sahara, una propuesta de alcance que seguramente cambiará la faz del mundo.
Hay que refundar la OTAN, volver a los orígenes de Occidente, que no consiste en otra cosa que en el retorno a sus esencias cristianas, las que convirtieron a Europa en maestra y escultora del mundo.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com