La capilla del monasterio fue bautizada por el pueblo de Madrid como cachito de cielo, y con esa denominación se quedó. Y es que el techo es una imitación del firmamento, una cúpula modesta y preciosa. Lo llevan las Hermanas del Santísimo Sacramento.

Con donativos, peticiones al Banco de Alimentos y como buenamente pueden, las hermanas reparten cada mañana 300 desayunos a quienes no desayunan en cafetería. Unas 1.400 familias reciben semanalmente bolsas de comida de las hermanas que cuentan con un elemento imprescindible en este tipo de instituciones: información. Saben perfectamente quién lo necesita y quién no hace nada por salir de la miseria. Un grupo de voluntarios les ayuda en esta tarea.

Llevan décadas en el barrio, en la Travesía de Belén, y todos los tradicionales de la zona les conocen y aprecian, independientemente de sus creencias. Pero el problema es que el barrio madrileño del que hablamos es Chueca, en pleno centro capitalino, hoy controlado por los homosexuales y sede corporativa del lobby gay.

Por eso, las hermanas comienzan a sentirse un tanto agobiadas. Cuando salen a la calle, los pobrecitos y marginados homosexuales se dedican a insultarlas, profieren comentarios soeces -ellas se niegan a concretar pero no es difícil imaginar el contenido-. De vez en cuando, un pobre marginado gay se ve obligado a enseñarles el trasero o los testículos, con la sana intención de hacerles comprender lo mucho que han sufrido durante décadas a costa de su tiranía.

Yo lo veo lógico y Pedro Zerolo también. Años de esclavitud han provocado una explosión de libertad en el colectivo que se manifiesta de esa forma: enseñándole los éstos a una monja de más de 75 años. Eso sí, no tengo dudas sobre el tremendo coraje, el inconmensurable arrojo, la valentía temeraria de estos dignos representantes del tercer sexo al enfrentarse a tan poderosos representantes del Vaticano, un poder nefando que mantiene aherrojado al universo. Todo ello convierte en verdad el dicho popular: "¿Qué es un marica? Es un señor que tiene la fuerza de un hombre y la mala uva de una mujer". Tampoco deben hacerle mucho caso, porque es sabido que el pueblo tiene tendencias filofascistas. 

Pero no saben lo mejor. Las religiosas van a cometer otro acto de osadía: inaugurar en su Cachito de Cielo la adoración perpetua al Santísimo Sacramento, en pleno barrio de Chueca. No hay nada que temer: la tolerancia de los gays va a ser puesta a prueba. Bueno, y también su valentía.

Eulogio López

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