Es una buena noticia que el Bank of America tenga que pagar una multa de 12.525 millones de euros, la mayor impuesta nunca a un banco en EEUU, por las 'hipotecas basura' (o las 'subprime', como quieran).
El grupo financiero ha llegado a un acuerdo para pagar esa sanción, equivalente a los beneficios de cuatros años. No es para menos: ha reconocido que engañó a sus clientes sobre el riesgo que asumían y a las autoridades, ocultando la información de sus malas prácticas. Una estafa en toda regla. Pero la cotización del segundo banco de Estados Unidos en la Wall Street no ha sufrido ningún descalabro, sino que subió un 4,12%. ¿Saben por qué: porque todos creían que la sanción iba a ser mayor todavía y esa 'pérdida' estaba descontada con la 'magia' de las provisiones. Paradojas financieras.
El dinero no tiene piel, pero sí los que lo manejan irresponsablemente y estafan a otros, antes, durante y después de 2007
El multón a Bank of America supera el 'castigo' a otros bancos por el mismo motivo: sobrevalorar unos activos o unos títulos que vendieron maliciosamente, sí maliciosamente, a los inversores. Los riesgos estaban asociados a unos bonos respaldados por hipotecas basura, que se habían alimentado, a su vez, sobre una burbuja inmobiliaria insostenible. También han pasado por ese mismo acuerdo con el Departamento de Justicia americano JP Morgan o Citigroup.
Todas esas entidades y otras muchas mantuvieron una situación imposible hasta que estalló. El pecado en todos los casos era el mismo: una espiral especulativa que consistía en poner a la venta títulos, engañando y sin control sobre su calificación, que no valían lo que esos bancos decían que valían.
La espiral de mentiras dependía en última instancia del pago que abonaban las familias americanas por su hipoteca, mientras todo quisqui en el mundo mundial invertía -sin saberlo- en esos bonos que ofrecían alta rentabilidad. La cosa estalló. Las familias americanas perdieron su casa cuando dejaron de pagar y arrastraron en esa debacle a todas las economías occidentales. Esta misma semana hemos recordado que el mal no estaba en las hipotecas basura sino en la titulización, es decir, en la especulación financiera.
El dinero no tiene piel, pero sí los que lo manejan irresponsablemente, que es precisamente lo que ocurrió en aquellas fechas, en 2007. Nos costó comprender y digerir todo aquello al principio y luego salieron hasta libros explicando el 'fenómeno'. Todavía padecemos sus consecuencias: la crisis financiera -como los polvos y los lodos- derivó en una crisis económica brutal. El exceso de codicia, en fin, había empañado con demasiadas arrugas, no sólo la conducta en las finanzas y negocios, sino la esencia misma del capitalismo en su versión más feroz e incontrolada.
Todavía hoy, esa crisis profunda obliga a seguir buscando salidas, aunque no se ha reconocido suficientemente que, en primer lugar, todo aquello fue el fracaso de un sistema en el que la ética brilla por su ausencia y en el que prima, sin que sea corregida, la especulación. Los mercados financieros -así se llaman a pesar de ese algo tan etéreo- han impuesto un modelo a la realidad, cuando debería ser al revés: que se adaptaran a la realidad, respetando las reglas de juego, que siempre pasan por la defensa de la dignidad de las personas; es decir, por la ética, por el comportamiento del hombre según criterios de lo bueno y lo malo ajustados a la verdad.
Rafael Esparza