La avalancha de críticas que en 48 horas se han volcado sobre el presidente del Gobierno español, Rodríguez Zapatero, quien se niega a romper las negociaciones con ETA, ha obligado al secretario de Organización del PSOE, José Blanco, a ensayar malabarismos semánticos. Así, ha enmendado a su jefe de filas, al afirmar que "si no hay diálogo, no hay proceso" 

En verdad, es algo que podría deducirse en circunstancias "normales", pero no tras el atentado de Barajas. ZP apareció en público para coincidir con el líder proetarra Arnaldo Otegui: se paraliza el diálogo entre el Gobierno y los terroristas, pero no el proceso de paz. ¿Cómo se come eso? A lo Pepiño: si no hay diálogo, tampoco hay proceso, ha dicho el lunes 1 de enero. De lo que debemos deducir que el proceso no se rompe, como dice ZP, pero en el fondo sí que se ha roto, como aduce Blanco, porque se ha pospuesto el diálogo entre las partes. Con un poco de esfuerzo puede entenderse la aparente contradicción.

A Zapatero le ha dolido muy especialmente el duro editorial de 'Le Monde', una de las biblias del Nuevo Orden Mundial (NOM), en el que ZP gusta encajarse, para quien el presidente español ha hecho el ridículo, al afirmar que todo iba bien... 24 horas antes de estallar una bomba que puede haber ocasionado dos muertos. 

El diario El País, el más próximo al Gobierno Zapatero, se ha conformado con recordar que es "ETA quien tiene la culpa" de lo ocurrido el sábado en Barajas. Al igual que toda la prensa y la televisión afín al Gobierno, el grupo PRISA ha elegido el camino de la evidencia y la tautología para enmascarar el fracaso del Gobierno.

Pero lo peor no es la propaganda. Lo peor es que ZP se ha convertido en un secuestrado de ETA, que ahora confiesa estar esperando un gesto por parte de la Banda. Gesto de aproximación, se entiende porque, hasta el momento, los únicos gestos de los terroristas han consistido en hacer estallar 200 kilos de explosivos. Por decirlo de alguna manera, tras la explosión de ayer, ZP se ha convertido en rehén de ETA, en un rehén que no puede dar marcha atrás, y que sólo espera que la Banda tampoco rompa la baraja para poder reanudar las negociaciones.

Ni los votantes socialistas podían esperarse la reacción del presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero. Horas después de que ETA hiciera estallar un potente artefacto en el Aeropuerto de Barajas, el presidente se ha conformado con ordenar que no se siga hablando con ETA (un diálogo cuya exigencia apenas se ha reconocido oficialmente) pero, a pesar de que, por tres veces, los periodistas le preguntaron por ello, se ha negado a romper el diálogo con ETA.

Era lo peor que podía hacer: ahora los asesinos saben que cederá siempre, y que si quieren elevar el listón de peticiones, sólo tienen que poner otra bomba. ZP ha jugado, sólo que a la defensiva, al mismo truco semántico, e hipócrita, que la banda: tregua definitiva no, sólo definida. ZP advierte: no rompemos el proceso de paz, sólo suspendemos el diálogo. Lo que esperaba la mayoría de los españoles es que, ante un atentado tan salvaje como el de Barajas, su presidente rompiera el proceso de paz e incluso escenificara esa ruptura con una movilización de las fuerzas de seguridad, de la Fiscalía y de la colaboración con Francia. Y que, al mismo tiempo, concretara las peticiones de Batasuna que ya no se iban a negociar: autodeterminación, Navarra, amnistía, acercamiento de presos, etc. No lo ha hecho, y ahora ETA, que había declarado una tregua convencida de que no podía seguir matando, de que tenía la batalla perdida, sabe que basta con un coche bomba para que el Gobierno ceda. Incluso puede permitirse detalles humanitarios, tales como avisar una hora antes de la explosión para dejar claro que no quiere matar a nadie.

Tanto es así que el líder batasuno Arnaldo Otegui se ha permitido la exposición pública más repugnante que se le recuerda, y eso que estamos hablando e un verdadero especialista en intervenciones repugnantes. Horas después del atentado, sin conocerse aún la suerte de los dos desaparecidos, afirmó que el proceso no está roto y que incluso es ahora más necesario que nunca.

Por otra parte, el atentado respalda la opinión de los servicios secretos españoles, para quien existe una profunda división en ETA, entre duros y moderados. Al parecer, los duros se han impuesto, y ante la parroquia nacionalista siempre podrán alegar que avisaron con una hora de antelación y que fue la policía española la que no supo desalojar eficazmente el Aeropuerto de Barajas. Para muchos nacionalistas, esa explicación, aunque parezca imposible, resulta suficiente para mantenerse en su postura de equidistancia entre españoles y etarras, y para justificar uno o dos asesinatos.

Como colofón, y ante la pasividad de ZP, empeñado en pasar a la historia -y a las urnas- como el pacificador de Euskadi, al precio que sea, el Partido Popular tiene, por primera vez en toda la legislatura, la oportunidad de adelantar al PSOE en intención de voto. Más que nada porque ZP encarna hoy la mofa con la que le calificara Mariano Rajoy: Bobo solemne. Es triste que el PP pueda remontar por un atentado, pero también es lo más previsible.