Secuela de la comedia francesa Vuelta a casa de mi madre (2016), donde una mujer de 40 años se veía abocada a volver al hogar materno debido a problemas económicos. Esta continuación plantea la situación inversa; cuando la progenitora mandona se ve obligada a mudarse a la casa de su hija mayor, Carole, durante unas obras en su piso y le complica su matrimonio cuando, precisamente, pasan por una mala etapa y están asistiendo a una terapia de pareja.

La veterana Josiane Balasko está “inmensa” en el papel de progenitora “que no escucha”, que complica la vida de su hija mayor, mientras siembra de dudas a su yerno por una serie de malentendidos, que cree que tiene una suegra promiscua. Precisamente ese aspecto, digamos “picarón”, de la comedia es el menos acertado de la película por su puerilidad de planteamiento.

Como en la primera entrega, el director Éric Lavaine ha jugado con plantear situaciones creíbles sobre relaciones familiares que son perfectamente entendibles porque tocan temas universales. Así, asistimos a las diferencias entre hermanos, al desapego por ocuparse de los mayores cuando lo necesitan o, simplemente, a que, a veces, los progenitores ponen nerviosos a sus hijos a pesar de la edad que tengan.

En todo caso una comedia simpática, para pasar el rato, pero totalmente olvidable.

Para: Los que les gusten las comedias ligeras.