Sigue los pasos de un empresario sin escrúpulos, Anatole Zsa-Zsa Korda que es, en el año 1950, uno de los hombres más ricos de Europa. Empeñado en sacar adelante un proyecto faraónico al que denomina el Plan Fenicio de Infraestructura Terrestre y Marítima, Korda necesita la ayuda financiera de un conglomerado de socios capitalistas y familiares que no le apoyan incondicionalmente. Con grandes enemigos, e intentos de asesinato repetidos, el empresario decide nombrar heredera a su única hija, a la sazón monja, porque el resto de sus vástagos son varones y además de edades tempranas.

Tan surrealista y con el humor tan peculiar al que nos tiene acostumbrados el director Wes Anderson, desde el éxito que tuvo su mejor película hasta la fecha, El Gran Hotel Budapest, las estrellas de Hollywood se pliegan a las extravagancias de Anderson sea cual sea su papel, incluso aunque sea nimio o insustancial. De ahí que, si reparan en el reparto, está plagado de conocidos actores: Benicio del Toro, que protagoniza la película, está acompañado de un reparto coral con intérpretes de la talla de Tom Hanks, Bryan Cranston, Mathieu Amalric, Jeffrey Wright y Scarlett Johansson; Richard Ayoade, Benedict Cumberbatch  y un largo etcétera.

En esta ocasión la imaginación de Anderson no vuela, sino que se vuelve loca, al unir tanto las increíbles desventuras del protagonista (muy divertido y salvaje el arranque del film que se desarrolla en el avión privado donde pasa media vida el magnate) como las pesadillas que sufre. Porque, al estar tan obsesionado con su probable y próxima muerte, divaga sobre las diversas religiones (las sitúa en el mismo plano) y cómo ven el más allá, visiones celestiales que parecen extraídas de un comic por los despropósitos que encierran y que dan a entender que Anderson no cree en nada.

En lo que más se parece este film a El Gran Hotel Budapest es en la fotografía, que otorga a toda la película una belleza de cuento, junto con un montaje picado que, en ocasiones, deja al espectador totalmente desorientado por los múltiples frentes que abre, a cual más fantástico

Si tuviéramos que mencionar un asunto serio de este film diríamos que habla de una singular relación paterno-filial. En cuanto a la inspiración, Wes Anderson ha dicho que tuvo en mente grandes magnates europeos de los años 50, como Onassis o Niarchos, pero también ha matizado que incluyó aspectos de las experiencias de su esposa, Juman, con su padre, Fouad Malouf, un empresario libanés. Precisamente, los coloridos personajes están parcialmente inspirados en gente del mundillo de Malouf, a quien Anderson dedica la película.

Para: los que les agraden las películas de Wes Anderson.