Una joven suiza, inteligente y culta, Ana María de Oviedo llega a España a mediados del siglo XIX para ser institutriz de las hijas de la reina gobernadora María Cristina de Borbón. Cuando conoce al Padre José María Benito Serra, un sacerdote benedictino que había sido obispo en Australia, su percepción de la vida cambia totalmente porque le transmite su gran preocupación social. Ello desemboca en que abandona la lujosa y cómoda vida en la Corte para abrir una casa de acogida para mujeres que ejercen la prostitución. Años más tarde esa labor le llevará a fundar la congregación de las Hermanas Oblatas del Santísimo Redentor cuyo carisma es atender a esas mujeres vulnerables. Esta historia corre paralela en el film con las peripecias actuales de Sharik, una joven nigeriana víctima de esa trata, y Rebeca, la joven profesora de la hija de Sharik, que no acaba de encontrar sentido a su vida...

Todo el desarrollo de la película explica perfectamente la frase de “Si todas las puertas se cierran…yo abriré una”, que pronuncia el padre Serra en la película. Porque el film, narrado en dos tiempos, siglo XIX y la actualidad, tiene como protagonistas a tres mujeres diferentes cuyo destino al final converge.

El director Antonio Cuadri, con una larga trayectoria profesional a sus espaldas, ha apostado junto con el productor Tono Escudero por una película “a lo grande” a pesar de su modesto presupuesto, tanto es así que ha rodado en Roma, Suiza, Ciudad Rodrigo (las escenas de época), Madrid y Sevilla. También ha contado con un reparto lleno de actores conocidos  como Roberto Álvarez, Ruth Gabriel o Pastora Vega, además de las tres actrices jóvenes que encarnan a las tres protagonistas:  Alexandra Ansidei, Toyemi y Paula Iglesias.

La película cuenta con alguna dura imagen, que no secuencia, porque aborda un tema espinoso y sórdido como es la prostitución forzada pero Cuadri las soslaya con bastante elegancia para que el espectador no se sienta incómodo.

Según nos declaraba este cineasta, el film quiere rendir homenaje a esas religiosas que, desde hace siglo y medio, antes del nacimiento de las ONG, atendían a esas mujeres que eran cosificadas por el explotador de turno y que ahora continúan la misma misión. Así que la película es una mirada directa, y de denuncia, a esa lacra que supone el tráfico de seres humanos.

Gracias a la implicación del equipo técnico y artístico, los beneficios obtenidos por la película se destinarán a las casas de acogida y proyectos sociales que las Oblatas tienen por todo el mundo.

Para: los que les interese conocer la historia de esta mujer, y la orden que creó, para acoger a las mujeres que se dedican a la prostitución y buscarles una salida.