Thriller negrísimo, con un desarrollo asfixiante y oscuro dirigido Gustavo Hernández Ibáñez (La casa muda, No dormirás), que realiza un remake de un título israelí (Big Bad Wolves, 2013), que contó con el apoyo del famoso cineasta Quentin Tarantino que llegó afirmar que era una de las mejores películas de ese año. Como en la película original impactan lo explícitas que son las escenas violentas que retratan la respuesta a la maldad humana cuando los involucrados responden. Al fondo, lo tenebroso que resulta cualquier acto violento que lleve aparejado el sometimiento de una víctima, en este caso menores indefensas.

Los caminos de un temerario policía y de una mujer que busca venganza se unen para atrapar a un asesino en serie que tortura y asesina a niñas.

La bella actriz Adriana Ugarte (Palmeras en la Nieve, Durante la tormenta y la serie televisiva El tiempo entre costuras)  transforma mediante maquillaje su fisonomía facial y, lo que es más sobresaliente, su forma de hablar y expresarse para encarnar a una mujer dolorida, a quien un hecho luctuoso de su infancia, y las penalidades sufridas, han trastornado. Es, seguramente, uno de los papeles más complejos a los que se ha enfrentado en su carrera. Comparte secuencias con el siempre excelente Javier Gutiérrez (La isla mínima, El autor, Campeones) que sí repite personaje de policía al límite de la ley, que cree en la ley del Talión de “ojo por ojo, diente por diente”

El título metafórico del film recuerda la frase “el hombre es un lobo del hombre” y abre el debate de si resulta ética la venganza ante hechos execrables... y el peligro de tomarse la justicia por mano propia.

Poco aconsejable para espectadores que sean sensibles ante la violencia explícita u opinen que son gratuitas e innecesarias este tipo de imágenes.
Para: Los que les gusten los thriller negrísimos y aguanten imágenes de violencia explícita.