La fama del director Park Hoon-jung, desde que era guionista, deriva de un cine de acción muy gore y en El Bastardo vuelve a demostrar la crueldad de la que hace gala el cine surcoreano.

Argumentalmente podría enlazarse este film con las películas de Quentin Tarantino, desde el momento que, a pesar de la violencia explícita, la aborda como si fuera un mero divertimento, con luchas cuerpo a cuerpo bien coreografiadas. A pesar de ello la deshumanización e individualismo de la sociedad actual está en el primer plano de esta historia. En la misma un pobre chaval, Han, de padre coreano y madre filipina, intenta reunir dinero para pagar una costosa operación de su progenitora participando en combates ilegales de boxeo, mientras intenta encontrar a su padre. Circunstancialmente, recibe una llamada desde Corea de alguien que le informa que su padre le reclama en el lecho de muerte y que puede cambiar su suerte económica. Han no se imagina que el viaje en el que se embarcará le obligará a luchar para salvar su vida.

Brutal film de cine negrísimo en el que nadie es lo que parece y en el que, como es usual en el género, abundan los malvados de todo calibre. Plagada de escenas de acción, toda la película en su conjunto es una gran y espectacular persecución para atrapar a ese joven boxeador, perdedor desde el minuto uno. Pero tiene a su favor que contiene varios giros argumentales, que provocan que el espectador no sepa, salvo en su desenlace, si los personajes con los que se va encontrando Han en su periplo son amigos o enemigos.

En el desarrollo posee más entidad, el misterioso asesino a sueldo (él se denomina “profesional)” que sigue sus pasos, interpretado por el actor Kim Seon-ho, que encarna con convicción a un perfecto psicópata, con una sonrisa permanente que causa mucha inquietud. Merece la pena quedarse con el rostro de este intérprete, uno de los jóvenes actores favoritos del cine asiático donde ha recibido varios premios.

Para: los que les guste el cine asiático con sus pros y sus contras.