Si algo define el quehacer político de Pedro Sánchez es el de aprendiz de brujo. Crea desastres para asentarse el poder y luego no los puede controlar. Ejemplo, juega con la III República y luego se da cuenta de que si el Rey Juan Carlos I muere en el exilio ‘moro’, el prestigio de España se irá por las alcantarillas. Algo que podría no importarle mucho si no fuera porque el prestigio de España es el de su presidente del Gobierno.

Y así, nos encontramos con portadas-exclusiva como la del periódico El País, del lunes 15 de marzo, según el cual, y no sin esfuerzo, el PSOE pacta con el PP y con la Casa Real un nuevo Estatuto que no se convertirá en ley -para proteger a la monarquía de un debate parlamentario, ‘of course’- y según la cual, la Casa Real admita que aún se le reste más poder y aún se la controle más (al parecer, tal cosa es posible) y que, atención, se abra la puerta al regreso del monarca autoexilado aunque ligeramente forzado, sobre quien, por cierto, no pese acusación alguna.

Moraleja. Pedro Sánchez -no Pablo Iglesias, sino Pedro Sánchez-, con su hipócrita discurso sobre informaciones enervantes, muy preocupantes, sobre el comportamiento de Juan Carlos I, apostó por la III República y ahora, en los prolegómenos del “horizonte republicano” ya experimenta que las repúblicas españolas acaban devorando a sus propios mentores.

El sanchismo sólo acepta una monarquía en la que al Rey se le arrebate el poder moderador en interregnos. Es decir, que deje de ser jefe del Estado. Y es que Sánchez teme que don Felipe se atreva algún día con la Operación Borrell

Y así surge la pregunta: ¿qué hacemos con el Rey Juan Carlos I? No puede morirse en el exilio y nosotros mismos le hemos condicionado su regreso al país. No, aunque alguna periodista, amante de las emociones fuertes, asegure que el anterior jefe del Estado ha estado a punto de morir, el Rey emérito no está enfermo. Bueno, tiene una depresión de caballo, algo que te puede llevar a la tumba a los 82 años. Está deprimido, no por el tratamiento político que se le da en España, no por l actitud insidiosa del Gobierno Sánchez ni por el neocomunismo podemita -¿acaso no fue Juan Carlos I quien domesticó al Partido Comunista de España (PCE) durante la Transición?- sino por el tratamiento vejatorio al que le somete su hijo, el inane y cobardón Felipe VI.

Fuentes monárquicas aseguran a Hispanidad que Juan Carlos I quería volver a España en este mismo mes de marzo, como ya lo intentara en octubre del año pasado. Ahora Sánchez lo desea pero no puede, porque en su papel de aprendiz de brujo ha puesto en marcha maquinarias como la de la Agencia Tributaria, habitada por expropiadores que actúan bajo la más estricta legalidad, así como la Fiscalía, controlada por Baltasar Garzón, integrantes de un colectivo que podríamos calificar como la aristocracia antisistema, una especie de nobleza ácrata incrustada en el propio Estado, una federación ibérica dispuesta a derruirlo todo mientras goza de los privilegios del Estado, de las prebendas que otorga esta legalidad de estómagos agradecidos, marcada por un legalismo que se opone a la justicia… por sistema.

El verdadero enemigo de la monarquía española no está en Podemos, sino en el propio Estado que se supone dirige. Por ejemplo, en la Fiscalía: insisto, en el sanchismo, no en Podemos.

Sánchez, aprendiz de brujo, ha apostado por la III República y ahora descubre que la república devora a sus mentores

Volvamos a Sánchez. El presidente del Gobierno sólo acepta una monarquía en la que al Rey se le arrebate el poder moderador en interregnos. ¿Por qué? Porque Sánchez teme que el Rey apure la Operación Borrell, una operación que, al revés de lo que hubiera hecho Juan Carlos I, Felipe VI no se atrevió a poner en marcha en noviembre del 2019. Por su cobardía, Sánchez introdujo en el Gobierno de España, a los comunistas, algo que no ocurría desde septiembre de 1936, ya iniciada la Guerra Civil. Recuerden, el poder moderador habilita al monarca para encargar la formación de Gobierno a quien le pete, independientemente de sus resultados electorales. Podría nominarnos a usted, lector, o a mí. Eso sí, luego, el candidato, tiene que obtener el respaldo de la cámara. Pero si Felipe VI pierde su poder moderador dejará de ser jefe del Estado.

Y si Juan Carlos I anda en depresión profunda no es por el comportamiento de Pedro Sánchez o de Pablo Iglesias, sino por el comportamiento de su hijo Felipe, al que no hay que recordar ningún precepto constitucional sino el IV precepto: honrarás a tu padre y a tu madre.

Pero si Juan Carlos I muere en el exilio, serán Felipe VI y Pedro Sánchez, quienes tengan un problema, un problema serio.