El jueves, un día después del discurso tristón de SM el Rey Felipe VI, dedicado al coronavirus (con gran éxito de público, por cierto), hervía Madrid -aunque desde casa, por la confinación a perpetuidad del señor Sánchez- contra Felipe VI, empeñado en matar a su padre para protegerse de los republicanos que piden su cabeza.

No sólo los monárquicos sino muchos españoles ‘neutrales’ se preguntaban el porqué de esa humillación innecesaria en la que el hijo, no sólo llama ladrón al padre sin pruebas sino que encima le quita la asignación estatal. ¿Por qué? Por miedo a PSOE y a Podemos, a la izquierda.

A ver si nos entendemos: a Juan Carlos I el PSOE le debía el poder; a Felipe VI, la nueva izquierda frentepopulista no le debe nada y, para demostrarlo, ese ser ligeramente retorcido, llamado Pablo Iglesias, uno de nuestros peores ciudadanos, le premió el gesto con una cacerolada, en plena crisis del coronavirus. Libertad de expresión, que le dicen.

Por presumir de ejemplar, el monarca ha caído en manos de los podemitas, que viven para la III República. Ahora estamos más cerca de ella

Mucho mejor fue lo del demócrata del año, don Gabriel Rufián. Estuvo acertadísimo el republicano indepe: si Felipe VI renuncia a la herencia de su padre, en dicha herencia entra el título de Rey de España, ¿verdad? Ergo, ¿por qué no renuncia al Reino? Más razón que un santo.   

Por lo demás, Felipe VI ha vuelto a demostrar ese don de la oportunidad -¿o quizás sea refinada crueldad?- que le caracteriza. Le quitó el título a su hermana, Cristina de Borbón, el día de su cumpleaños. Ahora aprovecha el Covid-19 para retirarle la asignación a su padre y dejarle a los pies de los caballos.

Juan Carlos I no va a pasar hambre se lo aseguro pero de esta no levanta cabeza. Deberá abandonar la Zarzuela, su hogar desde hacía 58 años y lo que es más importante, con él se lleva su honor mancillado por su propio hijo, mientras dos almas, ligeramente vengativas se frotan las manos: la reina Letizia y su 'Alteza Serenísima', doña Corinna.

Los hechos: que Juan Carlos I fue el tercer beneficiario (tras Álvaro de Orleans y su hijo) de unas presuntas comisiones que nos remontan al AVE de Arabia Saudí. Por cierto, uno de los mayores contratos conseguidos por la ingeniería española gracias a las influencia de Juan Carlos I en el reino saudita. La madre que peinó a Bin Salman y al reino saudí pero esa es otra cuestión.   

Con la real decisión de ‘matar al padre’, ya hay dos vengativos personajes que están felices: doña Letizia y doña Corinna

Sin necesidad alguna, y tras unas conspiración mediático-podemita, cogida por los pelos, donde figuran el periodista español, rojísimo, Ignacio Escolar y el podemita corresponsal en España del conservador pero antiespañol Daily Telegraph, Felipe VI renunciaba a la herencia de su padre a la que miren por donde, no puede renunciar según lalegislación española, hasta que Juan Carlos I haya muerto.

Hasta los conspiradores se frotaban los manos, y los ojos, porque no podían pensar que su éxito fuera a ser tan aplastante. La razón es simple: el proceso Urdangarín duró nueve años. Si se iniciara ahora un procedimiento similar contra Juan Carlos I, la cosa podría acabar para cuando el rey emérito contara con 91 años.

Pero Felipe VI ha preferido apuñalar a su padre para ganarse el favor de una izquierda que, por de pronto le ha respondido con una cacerolada contra padre e hijo, y en parte (Pedro Sánchez) ha aplaudido un gesto que todavía pone a Felipe VI más a sus pies: el aplauso de Sánchez ha alejado al actual Rey, me temo que esta vez de forma definitiva, del favor de cualquier monárquico español y de cualquier persona con sentido común… ese tipo de gente al que no le gusta ver parricidio de ese estilo en forma de repudio.

¿Pero qué le ocurre a Felipe VI? Lo explicaré con la ayuda de un filósofo  llamado Jacinto Choza quien escribió un mini-ensayo titulado: “Elogio de los grandes sinvergüenzas”. Comparaba allí a Enrique VIII de Inglaterra, al que algunos consideran el inventor del puritanismo, con Felipe II. Los dos tiraban a mujeriegos, pero Felipe II era, además un católico humilde. Se arrepentía, acudía a confesión y volvía a empezar… o las andadas, que de todo había. Pero sus infidelidades permanecían en su conciencia y no comprometían a terceros.

Los hechos: El Rey emérito era tercer beneficiario por haber conseguido el mayor contrato para la industria española

Por contra, el amigo Enrique VIII quería divorciarse de su esposa y, como él no podía pecar -era un tipo ‘ejemplar’, como Felipe VI- exigió que el Papa anulara su matrimonio con Catalina de Aragón para poder casarse con Ana Bolena. Y como el Papa no se lo concedió, Enrique VIII, hizo pasar por las sábanas de su lecho, asegura Choza, a todo el pueblo Inglés. Enrique VIII se separa de Roma, la sangre corrió por generaciones y aún hoy los ingleses viven en la herejía anglicana.

Concluye Choza: Felipe II era un sinvergüenza auténtico, Enrique VIII; el hombre ejemplar, el puritano que nunca pecaba, por no querer ser un sinvergüenza auténtico acabo siendo un auténtico sinvergüenza.

Juan Carlos I es un golfo, con el dinero, con las mujeres y con su obsesión por salirse con la suya, pero es un pecador que se arrepiente de sus actos y vuelve a empezar. Pero no es un puritano. Yo me quedo con los golfos porque no soporto la soberbia del puritano ejemplar. Ni su soberbia, ni su crueldad.

El golfo peca y se arrepiente, deja los principios, y las leyes, en su sitio. El puritano nunca se arrepiente de nada y si es necesario, porque él nunca peca, cambia principios y normas.

Otrosí: el juicio de Urdangarín tardó nueve años. Dentro de 9 años, Juan Carlos I tendrá 91. ¿Por qué lo hace ahora Felipe VI? Por miedo a Iglesias… y a Sánchez

Es lo mismo que ocurre con la fiscalidad de hoy en día. Los hispanos intentamos estafar a Hacienda, y eso está muy mal. Si nos pillan pagamos las consecuencias pero lo que no hacemos es crear paraísos fiscales -eso es un invento anglosajón y anglicano- para seguir sin pagar pero sin vulnerar la ley, acogiéndose a otra normativa. Si la ley me contradice, no debo cambiar yo, que cambie la norma. Como Enrique VIII.

Felipe VI es un rey puritano. Ahora le llaman progresista. Él piensa que se ha comportado de forma ejemplar y que la izquierda se lo agradecerá. La verdad es que a la izquierda no le gustan los reyes ejemplares sino los reyes a los que se les puede enviar al exilio, de la misma forma en que él ha enviado a su padre al exilio zarzuelero.

Me temo que se ha labrado su propia ruina y la de la monarquía española. No creo que deje de ser puritano pero por ello, a lo mejor, deja de ser rey.