Con esta formidable intensidad, el fenómeno resulta novedoso en la política española. La semana que termina ha servido para que Pedro Sánchez, el gran embustero, dedique sus intervenciones públicas -que no ruedas de prensa, en las que se contiene algo más- a mostrarnos un panorama realmente idílico de la economía española… justo en el momento en el que nuestra economía se encuentra al borde del abismo y a punto de dar un paso hacia delante.

Un detalle: el respaldo legal a la ocupación de viviendas es de tal gravedad que, como me asegura un banco de inversión, que vive de canalizar inversiones extranjeras en España, aumenta la desconfianza de los inversores foráneos en la economía española con este nuevo atentado contra la propiedad privada, sólo se salva por la convicción de que España es un país donde las leyes -como aseguran los argentinos- no son normas sino sugerencias.

Personalmente considero que tanto a Sánchez como a su vicepresidenta económica, Nadia Calviño, les importa un bledo lo que ocurra con tal de que el votante no les asigne ni causa ni culpa. De otra forma, no se entiende que modifiquen la realidad con tamaño descaro.

Veamos: en breve se confirmarán oficialmente las previsiones de una fortísima caída del PIB español, la mayor de Europa, esperemos que no más del 11,2%. Nadie absolutamente nadie se cree la previsión oficial -que Sánchez y Calviño mantienen-, de un crecimiento del PIB en 2021 por encima del 9,8% e incluso hay quien anuncia que la tercera oleada del Covid nos introducirá de nuevo en otra caída del PIB. Es decir, no habrá recuperación rápida y puede que acumulemos dos recesiones seguidas.

Tanto a Sánchez como a su vicepresidenta económica, Nadia Calviño, les importa un bledo lo que ocurra con tal de que el votante no les asigne ni causa ni culpa

Pues lo mismo le da a don Pedro que le da lo mismo. Porque lo malo no es la pandemia, con serlo. Lo que ha destrozado la economía no es el virus sino las medidas adoptadas contra el virus por el Gobierno de España. Al menos en dos vías:

1.En lugar de utilizar la sobredeuda asumida para crear empleo y para reindustrializar el país, se está empleando para subvencionar un voto cautivo.

2.En lugar de aprovechar la epidemia para reducir el papel del Estado y de las grandes corporaciones -sí, también de estas últimas- para aflorar la libertad e independencia de individuos y familias, estamos creando un monstruo público que nos lleva a un déficit y a una deuda históricos. La consecuencia lógica de estas dos cobardías es el enquistamiento de problemas crónicos como el irresistible peso de las pensiones o el ingobernable mapa autonómico.

Si Sánchez apareciera en televisión asumiendo que ha fracasado, tanto en la lucha contra el Covid (número de muertos por habitante) como en las soluciones asumidas para resolver el parón económico… los españoles tragarían con ello. Pero que encima lo niegue y nos presente un panorama idílico y pretenda que toda la culpa es de la oposición… resulta algo ligeramente molesto.

Sin embargo, este mentiroso embaucador está convencido que puede engañarnos a todos todo el tiempo. Y este es el final de una historia pero recuerden que llegó a La Moncloa un 1 de junio de 2018. Y lleva dos años largos engañándonos. Y lo malo es que gracias al virus, ha conseguido un paisanaje dominado por el pánico, incapaz de resistir.

Desconozco la receta para que el pueblo español despierte.