Las concentraciones frente al chalet de Pablo Iglesias e Irene Montero siguen siendo noticia. Si recientemente se conocía que la titular del juzgado de primera instancia e instrucción número 4 de Collado Villalba, con jurisdicción sobre Galapagar, había archivado la querella por acoso y coacciones de la ministra de Igualdad contra la concejal de Vox Cristina Gómez por hacer caceroladas ante la casa donde vive con Pablo Iglesias, este miércoles hemos sabido de la querella del vicepresidente contra el organizador de las protestas ante su vivienda. 

Pablo Iglesias acusa a Miguel Ángel Frontera Díaz de seis delitos, a saber: coacciones, acoso, descubrimiento y revelación de secretos, desobediencia a la autoridad, alteración del orden público y contra los recursos naturales y el medio ambiente. Este último, sospechamos que debe de estar relacionado, o bien con que el vicepresidente tuvo que escuchar el 'Viva España' de Manolo Escobar o, con que las protestas perturbaron la paz de las mascotas vicepresidenciales, Leona, Rumba y Tirso.

Según publica ABC, la actividad delictiva del querellado «insistente, reiterada, difundida por las redes», añade el texto de la querella, está causando una grave alteración de la vida cotidiana del querellante y su familia, así como de sus vecinos.

Esas actuaciones «que alteran el orden público, con marcado carácter de gamberrismo, intromisión y de lesión a los derechos de la familia (...) no pueden ser confundidas con el legitimo derecho de reunión, manifestación y expresión consagrados en nuestra Constitución española», añade el escrito.

Con esta actuación, podría decirse que Pablo Iglesias ha inaugurado una nueva perversión que consiste en que el gobernante denuncia al gobernado. Dicho de otra manera, el presunto verdugo se convierte en presunta víctima. E insistimos, su pareja ya hizo lo mismo.

Por cierto, que Miguel Ángel Frontera sufrió el mes pasado un boicot a su restaurante a través de comentarios negativos en Tripadvisor (los cuales la página retiró) y lo achacó a una venganza política y a un intento por hundir su reputación. 

Volviendo a las concentraciones, ¿está bien concentrarse ante el domicilio de nadie? No, no lo está, ni el domicilio de Iglesias, ni en el de, por ejemplo, Soraya Sáenz de Santamaría cuando también era vicepresidenta- como Iglesias- y sufrió un escrache que se definió por sus protagonistas como un acto de derecho de reunión. Hay que dejar a la gente tranquila en su casa. Pero, señor, Iglesias esta situación suena a aquello de Quien a hierro mata, a hierro muere.