Masayoshi Son solo tenía 24 años cuando en 1981 abrió una pequeña tienda de informática a la que llamó Softbank. Aquello le pareció poco y unos años más tarde, y después de crear dos publicaciones informáticas, Son se convirtió en el mayor editor de revistas tecnológicas de Japón. Pasaron trece años desde su creación (1994) hasta que Softbank salió a bolsa: valía 3.000 millones de dólares.

El siguiente hito, y el que propició el salto definitivo, fue la entrada en el capital de Alibaba, en el año 2000. Los 20 millones de dólares invertidos se convirtieron en 60.000 millones cuando la compañía china de comercio electrónico salió a bolsa, en 2014.

Todo parecía estupendo hasta que a Son se le ocurrió invertir en Uber antes de que saliera a bolsa

Un auténtico pelotazo que impulsó a Son para fundar Vision Fund, el mayor fondo de capital riesgo tecnológico del mundo. Eso ocurrió hace dos años, en 2017. No estaba solo, ni lo está actualmente. En los 100.000 millones de dólares de Vision Fund participan, por ejemplo, los fondos soberanos de Arabia Saudí y de Abu Dhabi.

Todo parecía estupendo hasta que a Son se le ocurrió invertir en Uber antes de que saliera a bolsa. La operación no colmó sus expectativas -compró a una media de 40 euros la acción- y tras salir a bolsa (mayo 2019), Uber logró superar los 47 dólares por título. No fue el éxito de Alibaba pero había ganado dinero. El problema es que unos meses después, las acciones de Uber valen 29 dólares.

Peor fue el caso de WeWork la otra inversión estrella de Vision Fund, que valoró la empresa en 47.000 millones de dólares, frente a la tasación de los analistas, que apenas superaba los 10.000 millones.

Precisamente, Uber y WeWork han sido las causantes de que Softbank haya registrado unas pérdidas de 3.500 millones de euros en su segundo trimestre fiscal. El problema que debe afrontar Son, sin embargo, es la elevadísima deuda que arrastra el grupo y que asciende a 132.700 millones de euros, una cantidad imposible de pagar si las inversiones no dan su fruto.