El futuro de Abengoa vuelve a estar en el aire tras el fracaso -parcial, si quieren- de la reunión mantenida este martes entre la compañía y los acreedores. No ha habido acuerdo, pero tampoco ruptura total de las negociaciones. El problema es que el tiempo se acaba y muchos empleados no han cobrado la nómina de junio. Por cierto, la CNMV ha suspendido “cautelarmente” la cotización de Abengoa cuando subían más de un 60%: el acuerdo parecía inminente.

En definitiva, la hipótesis de que la compañía quiebre empieza a ser más posible. De momento, sin embargo, el grupo que preside Gonzalo Urquijo apura los últimos cartuchos disponibles y aplaza dos semanas la decisión final. “El Consejo se ha emplazado a tomar la decisión definitiva en una sesión el próximo 27 de julio”, afirma el comunicado remitido por la compañía a la CNMV.

Se trata de “agotar todas las alternativas dirigidas a la continuidad del grupo”, como señala el comunicado. El problema es que cada vez hay menos alternativas y son más complicadas: una línea de financiación de 250 millones de euros con la garantía del ICO, la disposición de una línea de avales de hasta 300 millones, el acuerdo con los proveedores y acreedores comerciales y la modificación de determinadas condiciones de la deuda con los acreedores financieros. Son los “pilares de la operación” y, según la compañía, las negociaciones continúan avanzando.

El tiempo apremia. “El Consejo quiere recalcar que la ausencia de liquidez y avales están afectando de manera severa al negocio, haciendo muy difícil su viabilidad si no se cierra la operación en el corto plazo”, asegura el comunicado.

En otras palabras, el futuro de Abengoa vuelve a estar en manos de la banca acreedora. La diferencia respecto a otros momentos críticos de la compañía es que se está llegando al punto de no retorno, es decir, al momento en el que la banca considere que pierde menos al liquidar que al refinanciar a la empresa. Y es que estamos hablando del tercer plan de rescate de la compañía en cuatro años.