Uber y Cabify se marchan de Barcelona, tras la decisión de la Generalitat de obligarles a realizar cada servicio con una contratación de 15 minutos, como mínimo, por adelantado.

Es un buen momento para que implantar en Barcelona el principio de “un taxista, una licencia”: en definitiva, desproletarizar el sector, que vuelva a ser un sector de profesionales que con una licencia cumplen un servicio público. Y si dejan de operar podrían repartirse más licencias entre aspirantes a taxistas.

En definitiva, un buen momento para pasar de proletarios a propietarios. Que no haya taxistas con más de una licencia.

El rapidísimo cierre patronal de los VTC demuestra las miserias del modelo Uber

Al tiempo, la miseria del formato Uber se deja ver hora. Es el conductor quien busca los recursos.

Juan Galiardo (en la imagen), director general de Uber en España, se niega a decir cuántos se quedan sin trabajo. Son aquellos que han puesto más recursos propios sobre la mesa, financiándose sus propios automóviles y no recibiendo de la empresa -que se lleva la parte del león- otra cosa que la plataforma de información y el cobro. Son las miserias de un modelo que ha proletariado el servicio público de transporte.

Ni plataformas ni taxista comerciando con licencias: un taxi, una licencia. Y a los que despide Uber, que se metan a taxistas.