Entre las críticas a mis interpretaciones monetarias sobre el sofisticado -aunque simplón mundo monetario- me llega una bastante pertinente, algo bastante habitual que está reduciendo mi autoestima a unos niveles psicológicamente preocupantes. En pocas palabras, el lector de Hispanidad me recuerda que si bien las medidas de Mario Draghi harán crecer la masa monetaria, por tanto el océano de liquidez, suponen un alivio para las economías europeas endeudadas al tiempo que es una señal de que el Banco Central Europeo va desligándose de la opresión ideológica, ­la más importante de todas, Berlín. Y es cierto.
Son los estadounidenses los que han creado un océano de liquidez, no los alemanes

Ahora bien, la opresión de Merkel sobre la Eurozona no se contrapesa con que el BCE alivie las tensiones deudoras de todas las economías del sur y el centro-este de Eurolandia. Eso también, pero sobre todo lo que les preocupa a los alemanes es que el déficit público sea igual a cero. Tal y como ellos lo han conseguido, por primera vez, en 2013.

Pero quede claro: a los alemanes, ­unos tipos que no me caen nada simpáticos, como saben, tampoco les gusta el océano de liquidez ni la economía financista, consistente en hacer dinero. Eso es patología estadounidense y a Wall Street y a la Casa Blanca hay que acusarles de esta causa primera de la crisis económica de 2007, ­una economía financista, ahogada en dinero, de la falta de justicia social en el mundo. Lo de siempre: economía es producir bienes y servicios para el bien común, no fabricar dinero para el especulador y para el rentista.

No, a los alemanes no hay que discutirles su principio del déficit fiscal cero porque es un principio sano. Lo que hay que reprocharles es que están forzando a todos a construir una eurozona desde una oposición de fuerza: la que ejercen los germanos y sus países satélites, como Holanda, Austria o Finlandia a costa del sur de Europa, que se autoinflige unos ajustes tremendos, precisamente porque parte de un mayor déficit fiscal y una mayor deuda pública que, encima, paga a los especuladores más alto precio que los países centroeuropeos capitaneados por Berlín.

Y así, mi comunicante tiene toda la razón cuando recuerda que Mario Draghi tampoco se ha rebelado tanto contra los mandatos Merkel-Schäuble. Sólo un poquito. Ha elevado un tanto la voz cuando debería haber gritado.

La política de Berlín de déficit fiscal cero sí es cristiana

¿Cuándo se acabará con la prepotencia germana en materia de deuda pública? Cuando se mutualice la deuda pública europea. Si Europa -Alemania- pretende ser una economía unida no puedes obligar a un miembro de la unidad a pagar más dinero por los créditos de los prestamistas que a otros. Conclusión. Aclaremos las cosas:


1.- Crear dinero en exceso, por cualquier vía, también por el fomento de la deuda pública, como pretende hacer Mario Draghi, es malo. Contribuye a aumentar el océano de liquidez que es la causa primera de una economía mundial que camina hacia el colapso.

2.- Centrándonos en Europa. Los alemanes tienen razón cuando piden déficit fiscal cero. A fin de cuentas, ¿por qué un particular no puede permitirse endeudarse y un Estado lo hace de forma indefinida y encima luego es el particular quien paga los platos rotos del excesivo apalancamiento del Estado?

3.- Lo que hay que reprocharles a los alemanes es que lleven más de una década aprovechándose de las ventajas de una moneda común, a costa de los países más débiles de la Eurozona. E insisto: si realmente Berlín quiere crear los Estados Unidos de Europa, no de Aleuropa, lo que tiene que hacer es permitir la mutualización de la deuda, igual de cara para todos: ¿no puede haber un solo emisor de moneda y 19 emisores de deuda cada cual en unas condiciones distintas? Ahí tiene razón mi comunicante. No he tenido en cuenta los efectos de dicha mutualización. Dicho esto, me ratifico en la verdad primaria de que las medidas adoptadas por Mario Draghi el pasado jueves 22, no provocarán otra cosa que ganancia malsana para los especuladores, un alivio momentáneo de pan para los débiles y mucha, mucha hambre para mañana. ¿La receta germana de déficit cero es receta para el bien común, esto es, cristiana? En mi opinión sí, desde luego. Pues la del mandamiento primero de una economía cristiana y, por tanto, antifinancista, sigue siendo el de siempre: produce bienes y servicios para los demás, no dinero.

Eulogio López
eulogio@hispanidad.com