Le van a reñir: la corresponsal de RTVE en Marruecos, Ana Jiménez Martín nos descubre, en el sur del Reino Alauita, enfrente de Canarias, la industria de las mafias que transportan subsaharianos (es decir, negros africanos a los que los musulmanes consideran una raza de cuarta división, a la que han esclavizado durante año, desde Turquía a Argelia) hasta Canarias. Algunos le confesaban que con tal de pasar a España estaban dispuestos a pagar hasta 4.000 euros a las mafias -a las mafias marroquíes, nuestros queridos amigos- marroquíes. Por un viaje en el que pueden encontrar la muerte y con la probabilidad alta de que los mafiosos les traicionen, abandonen en alta mar o simplemente, los servicios de salvamento marítimo no lleguen a tiempo allá donde las mafias les hayan abandonado.

Y entonces es cuando el ministro Grande-Marlaska, uno de nuestros peores ciudadanos, se va a Marruecos para pedirle al Gobierno de Rabat que haga lo que tiene que hacer: controlar el  trabajo siniestro de las mafias.

Pero ni Marruecos va a cesar en su tenaza sobre Ceuta y Melilla ni va a detener a las mafias mientras el bocazas de Pablo Iglesias siga animando el referéndum de autodeterminación en el Sahara Occidental.

Por cierto, ¿qué le debe España a los polisarios? Nada. Se quisieron independizar y mataron españoles: pues allá ellos. ¿Qué le debe España a Marruecos? Nada. Lo que deben exigirles es que dejen de entrar por Ceuta y Melilla y que repriman a los pobres negros -perdón, subsaharianos- que llegan del sur.

Pero tranquilos, esto lo arregla Marlaska. El ministro del Interior, uno de nuestros peores ciudadanos, viaja a Marruecos pero mantiene la gran mentira sobre la migración: España no ayuda a los países de origen de los inmigrantes. Debería hacer eso y entonces sí, exigir que detengan la migración salvaje del Atlántico y además, estaría moralmente capacitado para cerrar sus fronteras.

Pero la mentira del progre Marlaska consiste en acudir a Rabat para hacer concesiones a cambio de que los marroquíes cumplan con su deber. Pues bien: España no les debe nada ni a los marroquíes ni a los polisarios.