Según el protocolo de fusión, Manuel Azuaga será presidente no ejecutivo y Manuel Menéndez, CEO, previa evaluación por parte del banco. Además, que sea CEO no implica tener plenos poderes en la entidad
El apartado 16.2.2 del protocolo de fusión firmado entre Unicaja y Liberbank asegura lo siguiente: “En todo caso, en un plazo máximo de dos años desde la plena eficacia de la fusión con su inscripción, el Consejo de Administración modificará el modelo de gobernanza de Unicaja Banco, de modo que la Presidencia del Consejo pase a ser no ejecutiva y se adapten las funciones del Consejero Delegado; revaluará al Consejero Delegado y adoptará los acuerdos que resulten necesarios de conformidad con lo dispuesto en el artículo 249 de la Ley de Sociedades de Capital”.
Es decir, antes del 30 de julio, fecha en la que se cumplirán esos dos años, Manuel Azuaga pasará a ser presidente no ejecutivo, pero cuidado, porque hay muchos modelos de presidencias no ejecutivas. Está, por ejemplo, el de Bankinter, en el que Pedro Guerrero preside el Consejo de Administración y ejerce labores de representación, y el modelo Caixabank, con Goiri a la cabeza y del que dependen, siguiendo el sistema Herrhausen, el abogado, el periodista y las RRPP. Todo lo demás, para el CEO.
Es parecido a lo que sucede en los diarios, entre el editor y el director. El director lo manda todo, el editor tiene un único resorte de poder: echar al director. Goiri no puede cesar al CEO, pero puede proponerlo, tal y como posibilita el modelo Herrhausen.
A lo que vamos, que se nos echa la tarde encima: durante los últimos meses, en los que se han producido tantos movimientos en el seno del Consejo de Unicaja, la idea del presidente no ejecutivo ha ido evolucionando hacia un modelo más parecido al de Caixabank que al de Bankinter, de tal manera que a medida que se acerca la fecha límite del 30 de julio, se hace hincapié en que, además de evaluar al CEO, se deben establecer qué funciones asumirá el presidente y cuáles el consejero delegado.
En otras palabras, ya no es todo el poder a Menéndez, aunque sí la gestión del día a día. Y eso, aunque sea lo propio de un consejero delegado en el modelo Herrhausen, puede significar la renuncia del actual CEO que, además, tras las salidas de consejeros afines, se sabría más vigilado.
Son especulaciones, pero lo cierto es que los últimos acontecimientos, incluida la Junta de Accionistas, donde quedó patente la oposición interna de los sindicatos a Menéndez, colocan al CEO en una posición muy difícil, incluso si supera la evaluación para continuar como primer ejecutivo. No es baladí, en este contexto, la aparición en los medios de nombres de directivos de la casa, dispuestos a asumir esa responsabilidad, directivos que sí gozan del apoyo interno y que obtendrían, sin problemas, el visto bueno del BCE.