Tiene gracia que los propios interesados, los banqueros, hayan descartado de buenas a primeras la posibilidad de reducir la regulación bancaria europea y hablen únicamente de simplificación. De esta manera hacen suyo el argumento de las autoridades regulatorias, que se rasgan las vestiduras cuando alguien menciona la palabra maldita: desregulación. Por cierto, esas mismas autoridades viven, precisamente, de la regulación. Cuanta más regulación, mejor para ellas.
El asunto, es cierto, está llegando a cotas históricas. Cada vez hay más burocracia y las entidades tienen que destinar cada vez más recursos a cumplir con esa burocracia. José Antonio Álvarez, vicepresidente del Santander, habló esta pasada semana de “obsesión” de los reguladores y supervisores, y puso cifras: de los 100 euros que genera un banco, habitualmente 50 los destina a dividendos y recompra de acciones, y los otros 50 a crecer concediendo créditos. La realidad, sin embargo, es que de esos 50, 25 los tiene que destinar a cumplir con la regulación. Y aunque no lo dijo, se puede afirmar sin temor a equivocarnos que esa cantidad irá a más en los próximos años.
Otra medida del disparate actual: en los últimos seis o siete años, la memoria anual del Santander ha disparado el número de páginas, de 400 a 1.400. Gonzalo Gortázar, CEO de Caixabank, concretó su queja -“nos hemos pasado un poco”- en el informe de sostenibilidad, que ha pasado de 50 a 600 páginas. Menos mal que ya no se editan en papel.
¿Hasta qué punto es necesario todo este ‘reporting’?, se preguntaba Álvarez. No sólo no es necesario sino que es perjudicial, aunque sólo sea por los recursos que requiere y que resta de otras parcelas necesarias para el negocio bancario, por ejemplo, la atención al cliente, en caída libre desde hace años.
“La presión supervisora en Europa se ha incrementado”, afirmó José Manuel Campa, presidente de la Autoridad Bancaria Europea (EBA, por sus siglas en inglés), esta semana, durante el 20º Encuentro bancario organizado por el IESE y FTI Consulting. Es una obviedad, pero lo significativo es que el proceso regulatorio no sólo no ha concluido, sino que va a más. Hoy tenemos riesgos que no teníamos hace diez años -ciberataques y cambio climático, por ejemplo- y que requieren más burocracia. ¿No es fabuloso?
En definitiva, la regulación bancaria no sólo no se va a simplificar sino que va seguir aumentando durante los próximos años, no porque sea necesaria, sino porque forma parte del sistema. Y a ver quién es el guapo que le pone el cascabel al gato.